El podador brasileño

Publicado el 10 marzo 2013 por Manuel Somavilla
      Al final llegó el podador.
      Neska se percató de su llegada al sentir los golpes de machete. Era Miguel que estaba podando la mangueira propinando un sinfín de machetazos secos en las ramas del árbol, que ya había roto la parte trasera de la cerca eléctrica que rodea el lote en el que vivimos y amenazaba con bombardear nuevamente con sus enormes mangas y destruir todo el tejado.
      En Palmas, Tocantins, Brasil, la buena vecindad está en el último lugar de las gracias urbanas de la buena educación. Para nada se tiene en cuenta lo que le pueda molestar al prójimo. Sólo tiene importancia tu disfrute, el de ellos claro. Se la trae al pairo que molesten con sus cantos, sus fiestas o con el estruendoso sonido del automóvil.
      En el lote adosado, trasera con trasera, con el nuestro vive un grupo gente joven, y cada día se unen más, para cantos, que carecen de cualquier empatía social, exactamente la misma carencia de la que hablo en minusinvalidez.blogspot.com.br.
      Cuatro (4) veces nos hemos presentado en su casa: yo, Neska, doña Vía la casera y Miguel el podador, para requerirles que debían podar las ramas o cortar el árbol, que además de romper la cerca eléctrica, nos estaba destrozando el tejado con la caída de los enormes frutos de más de 1 kilo.    
      Su respuesta las 4 veces, "Si quieren pueden contratar a alguien para cortar el árbol", lo  que es como decir que si te molesta algo te encargues tu de solucionarlo. Con eso está dicho todo.  De hecho el otro vecino de calle se tomo la solución por su mano y esperó a que abandonaran la casa para entrar en ella y cortar la mangueira el mismo.
      Cuando hoy entró Miguel, para podar, estaban todos fumando y no sólo tabaco, y la casa sucia y desordenada como un estercolero. Las mangas caídas se pudrían sobre el suelo y cientos de insectos pululaban y se daban el gran banquete.
      Hasta tal punto llegan en su desfachatez que todas las veces que les hemos preguntado por el dueño de la casa para que solucione el problema, responden con evasivas, negándose a contestar.
      Esperemos que aparezca pronto otra nueva vivienda y que no haya que decir que más vale malo conocido que bueno por conocer, a causa de otro vecino peor, porque el mayor problema de Brasil es la inexistencia de valores y por ende de buena educación o, mejor dicho, de cualquier tipo de educación.
Hasta la próxima entrada.
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