El poder

Publicado el 04 octubre 2011 por Romanas

Estoy viejo y cansado, me duele toda esa zona del cuello en la que aquellos médicos carniceros se ensañaron operándome 6 veces en 3 años, dejándome casi mudo y con una enorme cicatriz que me abrió en canal toda la garganta, son las 5 de la mañana y no he tenido más remedio que levantarme de la cama porque, de pronto, he visto, más claro que la luz, cómo está funcionando todo esto del mundo, del gran teatro del mundo y creo que debo de dar esta versión que, al menos para mí, explica totalmente dicho funcionamiento. Foucault, ese joven viejo maestro homosexual, ya fallecido de sida, me dio inicialmente la clave que yo ahora voy a tratar de desarrollar con la ayuda de otra inteligencia soberana, John Kennet Galbrait, un tipo que fue el economista de cabecera de los Kennedy y que, gracias a ello, tuvo ocasión de llegar a esa conclusión que expuso en su obra “El nuevo Estado industrial”: "salvo el pensamiento marxista, nadie ha sido capaz de comprender y exponer la idea central que mueve al mundo, las grandes empresas norteamericanas son el sistema en sí mismo".  Son los intereses de esas grandes compañías usanianas los que dictan todos los días lo que va a suceder en el mundo y todo lo demás no es sino anécdotas.  Alguien, el jefe supremo, cuyo nombre real no conoce nadie, decide cada día lo que hay que hacer, es como en una de esas películas de la mafia, da órdenes  para que, en Wall Street, se compran o se vendan tales o cuales valores, que obligan al resto de los grandes capitales a posicionarse en el resto del mundo y así, sin que nadie sepa bien por qué, Grecia, Irlanda y Portugal tienen que hundirse en la puta miseria tal vez para siempre a fin de que la cuenta de resultados de una compañía americana engrose su casi infinito patrimonio y esto no tiene más remedio que ser así porque, si no, Obama, Merkel, Sarkozy “et alteri” tendrán sus días como animales políticos absolutamente contados. Y, para que ninguno de ellos se desmande, el partido republicano le negará al mestizo el apoyo necesario para sacar adelante esas leyes sociales que prometió durante su campaña a la presidencia, leyes que hubieran perjudicado seriamente los intereses de las grandes compañías aseguradoras de la salud en los EE.UU. De vez en cuando uno de estos “grandes” políticos se equivoca y se cree realmente su papel, como John F. Kennedy, que quiso gobernar por su cuenta y un mal día se encontró con una par de balas en Houston. Y los grandes magnates de la política tienen bien aprendida la lección. Hoy, ninguno de ellos se desmanda, obedecen mansamente a ese “padrino” que, desde el “sancta sanctorum” de un rascacielos de Nueva York, gobierna realmente al mundo con unos criterios tales que nadie ni siquiera los más iniciados alcanzan a comprender porque las razones últimas de sus decisiones sólo las conocen “ellos”. De modo que el pobre Bambi de hierro lo fue hasta que aquel oscuro tipo de Nueva York dijo “basta” y se le acabaron todas esas alegrías socializantes y se dio la vuelta como un calcetín y, ahora, alguien tan oscuro como el hombre de NY está preparándole su nuevo destino sólo Dios sabe dónde, de modo que debe de dar gracias encima, ya que si va a pasar a la historia como el gran traidor a las ideas de una izquierda tan pretendida como falsa, al menos no habrá recibido un balazo en la cabeza, sino un destino tan bien remunerado como, por ejemplo, el de Schröder, que hoy preside la mayor compañía gasista del mundo que, por cierto, es rusa. La gran incógnita, hoy, la constituyen China y los llamados países emergentes, a los que, por ahora, todavía no llegan los tentáculos de ese hombre oscuro de NY, que estará haciendo todo lo posible por conseguirlo y que seguramente lo logrará gracias al infalible poder corruptor del dinero, Marx lo llamaba capital. Es por eso por lo que nosotros, desde nuestra infinita modestia, seguimos porfiando para que el resto del mundo comprenda que la única solución para “nuestro” gran problema radica en alinearse con China y dichos países que, con sus enormes e intolerables defectos, son la única esperanza para que el hombre oscuro de NY no siga haciendo con todas las naciones del mundo lo que ahora está consiguiendo con Grecia.