El poder de la basura

Publicado el 15 noviembre 2013 por Abel Ros

Las calles de la capital se han convertido en el lienzo descrito por las plumas de Benito


i tuviera que titular lo que está sucediendo en Madrid probablemente escogería entre: "Botella y el Síndrome de Diógenes" o "el poder de la basura". El Síndrome de Diógenes, como ustedes saben bien, consiste en un trastorno psicosocial caracterizado por una acumulación exacerbada de residuos domésticos. Normalmente suelen sufrirlo personas de avanzada edad – sobre los setenta años – solas y aisladas, voluntariamente, de su entorno microsocial. Las consecuencias de dicha conducta se manifiestan en forma de denuncias y quejas vecinales por los riesgos biológicos derivados de tales "vertederos particulares". Después de once días con las escobas guardadas en los camiones de la limpieza, las calles de la capital se han convertido en el lienzo descrito por las plumas de Benito. Mientras cientos de ratones celebran su festín en los asfaltos de Botella, los “mileuristas” de la basura utilizan su posición estratégica en el sistema productivo para evitar, a toda costa, los mil despidos anunciados por el ERE de las concesionarias.

Es, precisamente, esta ubicación estratégica del sector de la limpieza, la que invita a los "monos azules de la basura" a mantener en pie la indignación de sus escobas ante las zancadillas de Botella. Mientras los profesores y otros colectivos no cuentan con "el poder de la basura" para ejercer coacción durante los procesos negociadores, los operarios de la limpieza cuentan con el arma de la "vergüenza" para acercar posturas y salvar su comida. El ruido visual de los residuos invita al débil de la balanza a mantener intacto su "as" en las mangas de su camisa. Gracias a esta "carta negra" – la no recogida de basura -, las concesionarias de la limpieza han reducido, de palabra, un cuarenta por ciento el número de candidatos previstos para las colas del paro. La molestia de los residuos en las calles madrileñas y la foto dantesca de los mismos en las cabeceras internacionales ha hecho que los madrileños se suban al carro de la basura. La ecuación: "a mayor tiempo, más basura", es la que, día tras día, pone nerviosa a la élite de la caverna ante el temor de que los intereses privados pasen factura en la tienda de las urnas. 

Existen ciertos colectivos que por sus ubicaciones sociales gozan de un mayor poder para conseguir sus cometidos. Tanto los controladores aéreos como los "operarios de la limpieza" consiguen, por su "posición privilegiada", grandes logros en los campos de batalla. Sin limpieza, la basura inunda lo urbano de malestar ciudadano y suscita efectos colaterales en otros sectores paralelos, tales como el comercio y el turismo. Gracias a tales efectos, los "cuellos azules" de la mesa consiguen para los suyos los apoyos necesarios para coaccionar a sus patronos. "Si el resto de funcionarios hubiésemos hecho lo mismo – decía José, un profesor madrileño- otro gallo hubiera cantado en nuestros portales laborales". "Si depositáramos nuestra basura en los portales de la Moncloa o, mejor dicho, en las aceras de los bancos, probablemente hubiéramos conseguido que al indignado de Hessel se le tomase en consideración en los rincones del sistema". Sin basura mediante, el poder de la molestia se convierte en una melodía de segunda para aquellos sectores con peores posiciones estratégicas. 

La ecuación: "a mayor tiempo más basura", es la que pone nerviosa a la élite de la caverna

El supuesto "incumplimiento de los servicios mínimos” ha servido a la "neuronas de Ana" para lanzar sus dardos envenenados contra el núcleo de su diana. La inminente contratación de Tragsa, otra empresa de limpieza, para suplir con sus escobas la quietud de las huelguistas, tira por la borda todos los logros alcanzados por los débiles de la contrata. El aislamiento de Botella durante la gestión del conflicto es el mismo que manifiestan los pacientes de Diógenes cuando conviven con la basura ante el estupor de sus vecinos. Es, precisamente, esta puesta de perfil de la alcaldesa madrileña, la que invita al "ciudadano de a pie" a medir la calidad de los políticos con los ojos de la crítica. Después de la sentencia del Prestige, no esperen que el Ayuntamiento de Madrid indemnice a los miles de vecinos que "sin comerlo ni beberlo" han visto como las ventas de sus comercios han caído “en picado” por los efectos de la basura. Hoy, Madrid, la misma candidata frustrada a los Juegos Olímpicos, ha sacado a la luz las miserias que se esconden detrás del "negocio" de las contratas. ¿Dimitirá Ana Botella?, probablemente no. En este país, ya lo dijo el cuñado de Josefa, no dimite ni Dios. ¡Cuánta razón!

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