Jella Lehmann había nacido el 15 de mayo de 1891 en la ciudad alemana de Stuttgart en el seno de una familia de orígenes judíos. Jella estudió en su ciudad natal y en Suiza. Cuando regresó a Alemania, se casó con Gustav Lepman, con quien tuvo dos hijos. El año en el que finalizó la Primera Guerra Mundial nacía su hija Anne-Marie y tres años después su hijo Günther. A pesar de que su marido sobrevivió a la Gran Guerra, en la que fue destinado a Francia, las secuelas de la contienda terminaron con su vida en 1922.
Jella trabajó para sacar a su familia adelante y consiguió ser contratada como editora del periódico alemán Stuttgarter Neues Tagblatt, en el que además escribió sobre cuestiones sociales relacionadas con la situación de la mujer. En 1927 inició su carrera como escritora de libros infantiles con El domingo dormido y dos años después publicó una obra de teatro para niños.
En Inglaterra, Jella trabajó para distintos medios de comunicación británicos y americanos y escribió un libro sobre las mujeres en la Alemania nazi bajo el pseudónimo de Katherine Thomas.
El fin de la Segunda Guerra Mundial había dejado una Alemania devastada y dividida, controlada por los distintos países que habían ganado el conflicto. Fue el ejército americano el que invitó a Jella Lepman a regresar a su país en calidad de asesora para temas relacionados con la educación y la cultura de los niños y las mujeres alemanes en la zona de ocupación americana, tal y como lo cuenta ella misma en su autobiografía. Jella había estado siempre sensibilizada con todo lo relacionado con el mundo infantil, había escrito cuentos para los más pequeños, y creía sinceramente que ellos eran el futuro de Alemania y de la nueva Europa que quería resurgir de la cenizas y dibujar un mundo basado en la paz y la concordia entre los pueblos. Durante años, la cerrazón del nazismo había borrado cualquier mensaje que no se ajustara a sus ideas racistas y supremacistas y era necesario recuperar el tiempo perdido. La reconstrucción de las ciudades, de las fábricas, de las instituciones, era necesaria, pero si no se daban herramientas a los niños para salir de la oscuridad en la que habían vivido, de un mundo del que sólo conocían muerte y destrucción, iba a ser muy difícil dibujar un horizonte esperanzador.
La exposición tuvo tanto éxito que empezó a viajar por otras ciudades y a llamar la atención de personalidades como unos responsables de la Sección Humanista de la Fundación Rockefeller de Nueva York. Jella viajó a los Estados Unidos para encontrar la ayuda necesaria que le permitiera dar un paso más en su misión de hacer de la cultura la herramienta más poderosa para sembrar la paz en el mundo. Jella pretendía crear una Biblioteca Internacional de la Juventud en Alemania.
Al otro lado del Atlántico se reunión con la ex-primera dama de los Estados Unidos, Eleanor Roosevelt, a quien ya había conocido años antes en Alemania. Además de ofrecer todo su apoyo a Jella, Eleanor escribió estas hermosas palabras sobre ella en su columna diaria "My Day": He conversado con una mujer interesantísima que ha llevado a cabo una de esas acciones de notable generosidad de las que muy pocas personas son capaces.
En 1949, de vuelta a Alemania, recibió la respuesta de los miembros de la Fundación Rockefeller que tanto había esperado, una subvención de veintidós mil dólares. Jella tenía el dinero y el lugar, un viejo palacete en la calle Kaulbach de Múnich que se estaba remodelando para que antes de que terminara el año, se convirtiera en la Biblioteca Internacional de la Juventud.
En su interior se dieron cita miles de niños y jóvenes que encontraron un templo repleto de hadas, héroes y heroínas y aventureros que les abrieron las puertas de mundos que durante años se habían cerrado tras los gritos amenazadores del nazismo. En la biblioteca se organizaron talleres de pintura, representaciones teatrales, lecturas conjuntas e incluso unas Naciones Unidas de la Infancia.
Jella Lepman fue una auténtica hada madrina que, con su barita mágica de entusiasmo, trabajo incansable y tenacidad, continuó construyendo un universo en el que los niños que habían crecido en un mundo en guerra pudieran curar sus heridas con la ayuda de Heidi, Tom Sawyer o Blancanieves.
En 1951 organizó el congreso "Entendimiento internacional a través de los libros infantiles y juveniles" que contó con la presencia del filósofo español Ortega y Gasset como ponente inaugural. En aquel mismo año se fundaba la Organización Internacional para el Libro Juvenil, IBBY según sus siglas en inglés (International Board on Books for Young People). De la IBBY nacería el Premio Hans-Christian Andersen, una suerte de Premio Nobel para los libros de literatura infantil.
Jella Lepman se retiró oficialmente de la Biblioteca Internacional de la Juventud en 1957. Los últimos años de su vida escribió su autobiografía, Un puente de libros infantiles, en la que narró la apasionante aventura que supuso su vida en la Alemania de posguerra.
Jella Lepman fallecía en Zurich, el 14 de octubre de 1970. Su legado sigue aún vivo y gracias a su incalculable labor, millones de niños en todo el mundo disfrutan de algo que debería ser un derecho primordial, poder soñar a través de los libros.
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