El poder de la memoria

Por Desmadreando @desmadreando

Por primera vez en mis 32 años me tocó guardar el árbol de Navidad. Soy experta en ponerlo y también en designar el responsable para guardar esfera por esfera. Hasta ahora me había librado, pero hoy estaba designada a guardarlo y descubrir el poder de la memoria.

No fue por el árbol, si no fue gracias a él que subí al trastero. A ese lugar en donde guardo aún 10 cajas de mudanza desde hace 3 años que llegué a vivir a Lionville y que por razones que ni yo misma me explico me he negado a abrir. Quizás sea por falta de espacio, quizás sea por desgana, quizás sea por que aún no he “terminado de aterrizar” del todo. Sin embargo, dicen que a los cuatro años de vivir en un sitio uno se vuelve parte de él...quién sabe, a lo mejor, sólo a lo mejor, para el verano esas cajas dejarán de guardar sus secretos.

Fue subir la caja del árbol que entre gotita y gotita de sudor y rebufeo una caja captó mi atención: “Psst psst ¡voltea!” me dijo la caja y en eso vi la palabra “RECUERDOS”. ¡Curioso! Titular una caja con la palabra “recuerdos” y no recordar que demonios contiene.

Con el pie hice a un lado la caja del árbol y me dispuse a abrir la caja que me llamaba. Arranque el celo que la tapaba y me salpicó un poco de polvo (mas bien un mucho pero quién en su sano juicio pasa la fregona en el trastero) y en eso ¡WWWOOOW! aparecieron albúmes de fotos….de esos antiguos que eran de abrir la mica y pegar la foto. Apareció ante mis ojos mi infancia, mis padres, mis hermanos…mi “YO”.

Además de esos albúmes en el fondo de la caja habían dos grandes sorpresas: un libro y un cd. Si se los cuento así suena tan insignificante que ni vale la pena hacer una entrada…pero si les dijera que al meter el CD en el ordenata escuché mi nombre dicho por mi padre y empecé a verme de bebé entonces sabrán porque hoy tenía que escribir.

Pude volver a escuchar la voz de mi padre después de casi cinco años de no oírle, me volví a sentir niña cuando me gritaba “chaparrita cuerpodeuva”… pude también volver a escuchar a mi Yaya llamarme “pixurina”, a acordarme de sus guisos, de su paella, de su bata de terciopelo, su olor a cigarro, revivir las patatas fritas que compartíamos y todas las veces que jugué con ella…

El libro también era especial. Era un libro que mi madre mando hacerme cuando mi padre falleció. En éste se encontraban todos los mails que yo y mi padre habíamos mantenido cuando yo me fui a vivir a Salamanca a los 22 años y conocí al amor de mi vida.

El poder de la memoria le descubre a uno quién fue y quién es.

Así que hagan muchos videos, hagan albumes, hagan de todo porque el día de mañana -cuando no estemos- nuestros hijos les gustará escuchar nuestra voz, leer nuestras letras y saber quiénes eran aquellos seres que son de otra galaxia llamados “padres” que aunque nazcamos de ellos, si la vida no nos presta tiempo, nos quedaremos con ganas de conocerlos a profundidad…