JOSÉ DE SEGOVIA
Cuando la Filmoteca Española nos preguntó qué película escogíamos para la presentación de mi nuevo libro el miércoles sobre Las huellas del cristianismo en el cine, no dude en pensar en una obra maestra como La Palabra (Ordet, 1955), que se acaba de reeditar en DVD. Su recuperación no es sólo un logro para el aficionado al cine, sino uno de los testimonios más impresionantes de la fe cristiana que se han hecho desde un punto de vista protestante. Pero ¿quién era el director danés Carl Theodor Dreyer? y ¿de dónde viene esta historia?.
Durante medio siglo, la falta de noticias en torno a Dreyer hizo creer a sus admiradores que sus películas eran el fruto de largos períodos de silencio. La parca bibliografía, el desconocimiento de su obra muda, la etiqueta de cineasta religioso y una vaga idea de la cultura nórdica, representada siempre con la austeridad del pietismo protestante, contribuyeron a la leyenda. Todavía hoy, puede leerse en España cómo eminentes historiadores del cine dicen que Dreyer fue “educado en la rigidez de la moral luterana por su familia adoptiva”, dando la impresión de un ambiente lúgubre y pesimista, pero ¿de dónde viene en realidad Dreyer?
Dreyer no fue educado en la rigidez de ninguna moral puritana, sino en un contexto laico. Se crió con una familia obrera y apenas llegó a la adolescencia, empezó a frecuentar círculos liberales. Asistió de forma tardía a la desintegración del movimiento reformista de Georg Brandes, que intentó modernizar la sociedad danesa durante la segunda mitad del siglo XIX. Fue aprendiz de muchos oficios. Se dedicó, primero a la aeronáutica y luego al periodismo, pero encontró siempre en el cine una vía de escape a la frustrante realidad en que vivía. Hasta que Jesús se convirtió en una obsesión para él…
Puede leer aquí el artículo completo de este periodista, teólogo y pastor en Madrid de fe protestante titulado El poder de la Palabra