¿Ser o no ser?, esa es la cuestión. Es una cuestión tan profunda, porque la palabra “ser” es una palabra especialmente poderosa. Lo que “es” denomina la totalidad de lo señalado, sin excepciones. El cielo es azul. El deporte es saludable. La vecina es curiosa. El trabajo es aburrido. Aunque te estés refiriendo solo al aquí y ahora, tus palabras señalan una totalidad más allá de este momento. Y tu cerebro almacenará esta información como un hecho, en vez de como una circunstancias.
Cuando las palabras modelan tus actos
Para entender el mundo lo simplificamos. Al observar tu entorno filtras las cosas que te interesan de lo superfluo para no sobrecargar el cerebro con demasiados estímulos. Después guardas los puntos clave en la memoria para poder reconstruir posteriormente lo que has visto. Eso significa que los recuerdos tienen cierto “margen de error” que completas con información genérica, como la de la personalidad de tu vecina. Esta realidad reconstruida influirá en tu forma de relacionarte con esa vecina en el futuro.
Yo no soy, ni tu eres
El verbo “ser” incluye tanto como excluye y nunca consigue englobar toda la realidad, especialmente cuando se trata de personas . Eres tantas cosas que señalar tan solo algunas características, te limitaría. Qué imágenes vienen a tu mente, cuando lees estas afirmaciones: Soy minimalista. Soy alemana. Soy vegetariana. Soy ecologista. Soy del marketing. Soy hija única. Soy deportista. Soy la primogénita de 6 hijos. Soy socióloga. Soy geek. Soy amiga. Soy insuportable. ¿Soy contradictoria?
El “ser” no contempla las matices. Y son estas matices que convierten las personas en amigos.
Más que una cuestión de temporalidad: ¿eres o estás?
Cuando me inicié con el español, me fascinó el hecho de que haya dos palabras para denominar el estado de una cosa: “ser” para denominar características permanentes, “estar” para lo que puede cambiar. Recuerdo jugar al intercambio de las palabras: la vecina es curiosa – la vecina está curiosa. Mi colega es insoportable – mi colega está insoportable. ¿Ves cómo cambia tu la actitud hacia estas personas?
Borra el “ser” de tu vocabulario
Sigo disfrutando al jugar con el idioma para analizar el impacto que tiene sobre mi actitud y mi felicidad. Hace tiempo que cambié la obligación por el querer. Ahora busco alternativas al “ser”, en especial en la relación con otras personas. Quizás mi colega no es impaciente, sino que me incomoda la rapidez con la que termina las cosas por temer a olvidarse de algún detalle. Talvez la novia de mi hermano no es insuportable, sino tan solo está nerviosa de conocer la familia.
Prescindir del “ser” me hace más consciente sobre cómo empleo las palabras y qué pienso de lo que me rodea. He encontrado la herramienta perfecta para remodelar lo que me rodea: resulta que la vida sí que es bella.
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Imagen: marie-II / flickr