En anteriores artículos os introduje una reflexión de mi amigo Morfeo…Aquí tenéis su artículo anterior
Deciros que de vez en cuando, nos seguirá aportando algunas de sus genialidades, por que así se lo pedí, y así lo compartiré con todos vosotros. Este chico pese ha temprana edad no deja de sorprenderme con sus reflexiones. Hoy nos habla precisamente de algo que todos en algún momento de nuestra vida hemos sentido en nuestras propias carnes, el poder de los demás hacia nosotros, el conformismo y la batalla con nuestros egos. Pero prefiero no contaros más, y sea el mediante su reflexión, quien os lleve a vuestra propia conclusión sobre el tema. Así que sentaros tranquilamente y disfrutad de este pequeño granuja que tanto quiero y al que tanto tengo que agradecer….
El poder y demás delirios
Colegas, por aquí me planto. Creo que siempre mola un poquito introducir las cosas. Y también mola poner pretextos tan sencillos para decir, ¿A que mola mogollón nuestra nueva amiga Ana? Selu, otro tío molón entre molones, me propone cada vez que hablamos, que escriba, escriba, escriba… ¿Pero de qué voy a escribir en un lugar donde hay tíos que molan más que el demonio?
Por eso, sin ninguna enseñanza ni moraleja que explicaros, simplemente me apetece reflexionar…
Poder.
Creo que es una palabra potente. Es un concepto que ha movido la historia de la humanidad entera durante milenios. El hombre, por naturaleza, posee un afán de poder y de superación innatos, que le impulsan en su deseo de destacar, de sentirse especial entre la multitud.
Y decidme, ¿Hay algo más poderoso que el ser humano?
Siempre que me pongo a pensar si las personas son buenas o malas, llego a la misma conclusión. Las personas, por simple naturaleza de algún dios que se manifiesta en cada uno de nosotros, somos poderosas.
¿A qué me refiero con PODER? A nuestra posibilidad de cambiar el mundo que nos rodea.
¿Me permitís hablar en primera persona?
Está muy bien criticar a los demás cuando se portan mal con nosotros. También criticar a nuestros padres, que no entienden nuestra juventud y nuestros pensamientos. Es fácil criticar a Andrea porque hoy le mola más Javier, que yo…
Todas esas cosas están muy bien. Son muy humanas y tenemos derecho a dolernos y sentirnos incomprendidos cuando toca. Pero también es cierto, que esas cosas las puede hacer cualquiera…
¿Queremos ser unos cualquiera, o nos vamos a dar por una vez, el placer de sentirnos diferentes? ¿Qué hay más simple y más mediocre que quejarse y ver cómo las balas zumban a nuestro alrededor, sin mover un sólo dedo?
Vivimos en el mundo de las tecnologías, los cálculos exactos, y las nóminas de papá. Vivimos en el mundo donde la belleza es algo simplemente innato. Vivimos en un mundo donde aprendemos a resignarnos en nuestro pobre lugar, y a no soñar con poseer otras cosas.
Creo que el conformismo es la epidemia más destructiva y mortal de nuestro milenio.
Cuando miro a Inma a los ojos, siento que tiene poder sobre mí. Y, de algún modo, siento que no puedo huir de ese poder, y que, si tengo suerte, ella me deseará, o tal vez, no…
Conformismo…
Nos pasamos la vida conformándonos, y diciéndonos a nosotros mismos lo imposibilitados que estamos para lograr cosas grandes. Y, en ocasiones, anhelamos el poder sobre los demás, y odiamos la idea de que los demás tengan poder sobre nosotros.
¿Y qué hay de malo en ello?
¿Me podéis decir, qué hay de malo en sentir rubor en nuestras mejillas cuando Paloma nos mira con un poquito de aires de superioridad? O, ¿Qué hay de malo en sentir que otra persona nos emociona, nos hace sentir vulnerables? Y es que, colegas, el poder sólo comienza cuando somos capaces de asumir, que los demás también son poderosos…
Cuando miro a Laura a los ojos, de algún modo sé que ella y yo somos complementarios. Que no hemos nacido enemigos. Sólo nos diferencia un sólo gen, y si estamos aquí, hablando, mirándonos a la boca…
¿Qué pasa si ella tiene poder sobre mí, si yo también lo tengo sobre ella?
En teatro, cuando compartes escena con otro actor, no hay nada más valioso que dejarse influir por la energía y las emociones de tu compañero. Cuando dejamos de imponer nuestra energía, y simplemente, fluimos y aprendemos la propia energía del otro, entonces se dan auténticos milagros.
Mi consejo, no para nadie (que no soy yo ningún buen aconsejador), sino para mí mismo, es simple…
No impongas.
No impongas tus necesidades a una mujer que ya tiene otras necesidades. No impongas tu deseo de sentirte querido a tus padres, porque quizá, ellos también tienen derecho a sentirse queridos por su hijo. Más bien, ¿Qué tal si disfrutamos de ese poder que viene de nuestro interior, y del interior de las personas que nos rodean? ¿Y si, en vez de soldados armados los unos contra los otros, nos convertimos en compañeros de batalla?
¿Y qué batalla debemos luchar? La única batalla importante hoy en día. La batalla eterna contra el conformismo y la mediocridad…
La batalla por sentirnos especiales, y por hacer sentir especiales a quienes nos rodean…
No sé si lo que acabo de escribir es una obra maestra, o simplemente, un gran montón de palabras absurdas sin sentido… y no sé que opción mola más. En cualquier caso, ya os dije que no esperarais aprender nada de mí.Disfrutad, y haced disfrutar a los demás.