EL PODER DE LOS HÁBITOS - Charles Duhigg - PDF

Publicado el 28 diciembre 2018 por Misterdilan

Quitar el hábito Era la participante favorita en las investigaciones de los científicos. Lisa Allen, según su historial, tenía 34 años, había empezado a fu-mar y a beber a los 16, y había luchado contra la obesidad durante la mayor parte de su vida. Llegó un momento, cuando tenía unos 25 años, en que las agencias de morosos la acechaban para cobrar los más de 10.000 dólares que debía.

Un currículum antiguo reflejaba que su tra-bajo de mayor duración no llegaba al año. No obstante, la mujer que hoy se presentaba ante los investigadores era delgada y radiante, con un tono muscular en las piernas propio de una corredora. Parecía diez años más joven que en las fotos de su ficha, y capaz de hacer más ejercicio que todos los presentes en la sala. Según el último informe de su historial, Lisa no tenía grandes deudas, no bebía, y llevaba 3 años y 3 meses trabajando en una firma de diseño gráfico. ¿Cuándo fumó por última vez? le preguntó uno de los médicos.

Era la primera de las preguntas habituales que Lisa respondía cada vez que acudía a este laboratorio a las afueras de Bethesda, Maryland. Hace casi cuatro años respondió; desde entonces he adelga-zado veintisiete kilos y he corrido un maratón. También había empezado a estudiar un máster y había comprado una casa.

Había sido un periodo lleno de acontecimientos. Entre los científicos de la sala había neurólogos, psicólogos, genetis-tas y sociólogos. En los tres últimos años, con los recursos de los Insti-tutos Nacionales de la Salud, habían estado supervisando estrechamente.

Más de una docena de antiguos fumadores, adictos a la comida, bebedores problemáticos, compradores compulsivos y personas con otros hábitos destructivos. Todos los participantes tenían una cosa en común: habían rehecho sus vidas en periodos relativamente cortos.

Los investigadores querían comprender cómo. Para ello midieron sus sig-nos vitales, instalaron cámaras de vídeo dentro de sus hogares para ob-servar sus rutinas diarias, secuenciaron partes de su ADN, y con tecno-logías que les permitían ver lo que sucedía en el interior de su cráneo en tiempo real, observaron la sangre y los impulsos eléctricos fluyendo a través de sus cerebros cuando estaban expuestos a tentaciones como fu-mar y comidas abundantes.

La meta de los investigadores era averiguar cómo actúan los hábitos en el ámbito neurológico, y qué es lo que hacía falta para cambiarlos. Ya sé que nos ha contado esta historia una docena de veces le dijo el doctor a Lisa, pero algunos de mis colaboradores sólo la cono-cen por boca de otros. ¿Le importaría volver a explicarnos cómo dejó de fumar? En absoluto respondió Lisa.

Todo empezó en El Cairo. Esas vacaciones habían sido fruto de una decisión precipitada, les ex-plicó. Unos pocos meses antes, un día su esposo regresó de trabajar y le dijo que iba a abandonarla porque se había enamorado de otra mujer. A Lisa le llevó un tiempo asimilar el hecho de que se iba a divorciar. Pasó por un periodo de duelo, luego por otro de espiar obsesivamente a su marido, seguir a su nueva novia por toda la ciudad, llamarla pasada la medianoche y colgar el teléfono.

También hubo una noche en que Lisa se presentó borracha en la casa de la novia de su marido, aporreó la puer-ta y se puso a gritarle que iba a quemar el edificio. No fueron buenos tiempos para mí dijo Lisa. Siempre había querido ver las pirámides y todavía me quedaba crédito en mis tarjetas, así que... En su primera mañana en El Cairo, la llamada a la oración de una mezquita cercana la despertó al amanecer. Su habitación estaba total-mente a oscuras. A tientas y todavía bajo los efectos del cambio de ho-rario, se puso a buscar un cigarrillo.