Las posibilidades de ser son infinitas y muchas veces elegimos un camino, lo transitamos, lo desarrollamos y nos quedamos ahí para siempre. Muchas veces lo transformamos en un buen refugio, en una estructura firme y llena de pilares; otras veces sufrimos ahí, nos quedamos igual y tratamos de seguir caminando, aunque nos duelan los pies y la vida se transforme en algo poco complaciente.
Una vez escuché por ahí: "Si no te gusta el camino en el que andas, dale la vuelta al manubrio"...
... Eso me inspiró para confirmar un cambio de carrera que realicé años atrás, me costó mucho y tuve que llenarme de coraje, decisión y convicción para hacerlo. No es fácil cuando mucha gente ve este tipo de cambios desde otro punto de vista, diciendo "es de cobardes", "no te atreves a seguir", "la gente que deja proyectos botados es porque no puede hacer o terminar las cosas". Pues bien, yo creo lo contrario. No es miedo, hay que tener cojones y mucha valentía para ir contra corriente, romper esquemas, proyectos y elegir cosas nuevas.
Es verdad, no nos damos cuenta. ¿Cuánto hace falta para romper con alguien, terminar dinámicas de interacción abusivas, empezar a hacer lo que realmente nos gusta o darnos una oportunidad en algún área? ¿Cuánto apego le ponemos a las cosas que tanto nos cuesta dejarlas por
distinta sea su naturaleza? ¿Por qué simplemente no podemos decidir cortar con una tijera ese lazo que nos ata y cambiar de camino? Sí podemos hacerlo, sí podemos chasquear los dedos al igual que don Juan y conocer otra realidad que nos dé una mayor sensación de felicidad y auto-realización.