¿Te has preguntado porque dos personas podemos vivir una misma situación y tener percepciones distintas? ¿Pueden las emociones cambiar nuestra manera de percibir al mundo?
La respuesta es sí, pero déjame te explico por qué.
Para poder entender cómo afectan las emociones al cerebro, debemos empezar por entender cómo funciona el cerebro mismo. Vayámonos al inicio.
Cuando el cerebro comienza a desarrollarse, empieza a hacerlo por la parte posterior (tronco y cerebelo) con las funciones básicas, aquellas que necesitamos para sobrevivir, y continúa desarrollándose hacia adelante hasta llegar a la corteza prefrontal, la zona que se encarga de las funciones más complejas: pensar, planear, tomar decisiones, controlar impulsos, aprender, etc.
Las emociones “positivas” segregan neurotransmisores en el cerebro (serotonina, dopamina, etc.) que nos permiten utilizar eficientemente nuestra corteza prefrontal. Cuando nos sentimos bien, podemos tomar mejores decisiones, razonar con más facilidad, aprender mejor y controlar nuestros impulsos.
Por el contrario, las situaciones de estrés y peligro promueven la segregación de neurotransmisores como la adrenalina y el cortisol, y nuestro cerebro se activa principalmente en la parte posterior, la de supervivencia, impidiéndonos utilizar correctamente las funciones más complejas.
Nuestra naturaleza humana siempre dará prioridad a la supervivencia.
Entonces, ¿qué pasa cuando experimentamos la misma situación bajo emociones diferentes? Pues que percibimos la situación de diferente manera.
Al cerebro no le importa la verdad, le importa lo que percibe.
¿Cómo impacta esto en el colegio?
En los ambientes de aprendizaje, esto tiene implicaciones muy importantes. Cuando un niño se encuentra estresado o asustado, no puede acceder a la zona de su cerebro que le permite aprender. Se encuentra en modo supervivencia. En un proceso de aprendizaje, resulta esencial entonces que el niño cuente con un sentimiento de seguridad y tranquilidad y es aquí donde reside la importancia del vínculo emocional.
Contar con un adulto cercano y confiable, genera sentimientos de seguridad y confianza, que promueven la liberación de las sustancias adecuadas en el cerebro para poder aprender, y así, las condiciones adecuadas para el aprendizaje.
Ya nos decía Maslow que inmediatamente después de las necesidades fisiológicas básicas, los seres humanos tenemos la necesidad de sentirnos seguros. Tener conexiones emocionales sanas, moldeará nuestros patrones de comportamiento, influyendo cómo percibimos y nos relacionamos con el mundo.
El vínculo emocional sano en los ambientes de aprendizaje mejorará el rendimiento académico, alimentará la motivación del alumno, mejorará el clima del salón y disminuirá las conductas disruptivas; en general, favorecerá el desarrollo adecuado del niño. No se trata de convertirse en terapeuta, sino en reconocer el efecto terapéutico que tiene para el estudiante, contar con un profesor que promueva el aprendizaje en ambientes de afecto, cercanía y valoración.
En cada vínculo auténtico, nace la posibilidad de transformar una vida.