Como demostrábamos categóricamente ayer (post: Democracia, la suprema mentira), la reina de las formas de gobierno brilla en este mundo por su ausencia, precisamente porque se lo impide el poder.Decía nuestro maestro, Michel Foucault, que todo el mundo sabe qué es y cómo actúa el poder pero nadie sabe dónde reside, quién lo detenta. Y nosotros, apoyándonos en el economista de cabecera de los Kennedy, corregíamos al maestro ratificando lo que Galbraith decía: “las grandes corporaciones norteamericanas son el poder en sí mismas”.Lo que también ocurre es que el poder es una energía fluctuante, una especie de fluido que se mueve, cuando quiere, a una velocidad superior a la de la luz, de tal modo que, ayer, eran los Rostchild, los Rockeeller “et alteri” los amos del mundo y hoy ese supremo honor le cabe a un español, un ingeniero de caminos, con la apariencia externa de un obispo bonachón, al que nadie ha visto ni oído nunca un gesto desabrido ni una palabra más alta que otra.Este genio melifluo de las finanzas nació más bien pobre pero su inteligencia natural lo encaminó enseguida adonde radicaba la esencia del poder español: los March, los hijos de aquel magnate del contrabando balear que financió la aventura equinoccial de ese otro ungido por la providencia para salvar a España de las hordas marxistas.Y aquel desvalido muchacho, que sólo disponía de una de las mejores inteligencias universales, puso en práctica el plan que le ha llevado a él, y a los March, a la conquista del máximo poder en el mundo, mediante ACS, una insignificante constructora, a la que hace apenas unos años nadie conocía y que hoy es una de las mayores preocupaciones de la Merkel porque quiere engullirse ni más ni menos que a la mayor constructora alemana, eximia empresa de la que se considera la locomotora de Europa y la propietaria de las mayores y mejores patentes industriales del globo terráqueo.O sea que nuestro Florentino, que ya ha deglutido a todas, absolutamente a todas las empresas españolas que valen la pena, ha comenzado, no, está concluyendo la conquista del mundo del cemento y de la energía, de un modo semejante a como ese otro genio, Botín, lo está haciendo con las finanzas de tal modo que hoy puede volver a escribirse aquello de que en nuestros dominios no se pone nunca el sol.Pero Florentino, al que, como a todos los grandes de la historia de la humanidad, se le conoce sólo por el patronimico, no se ha detenido en la consecución del dominio de las finanzas porque es demasiado inteligente para saber que un tal imperio sería por esencia perecedero y ha extendido sus pulposos tentáculos hasta la cima del espíritu nacional. Según él mismo no se cansa de repetir, la esencia de las Españas es el que antes se conocía por el Real Madrid y que yo he renombrado como el Franco Madrid. Este equipo de fútbol es mucho más que eso, ni siquiera se conforma con ser, Florentino dixit, la mejor marca comercial del mundo, no, no, ni mucho menos, este club se ha convertido en una religión que aglutina a más de doscientos millones de fervorosos practicantes, que han conseguido el que, sin duda, es el mayor milagro de todos los tiempos: que acérrimos izquierdistas, marxistas, anarquistas, comunistas, según ellos mismos, se conviertan en todavía más acérrimos partidarios del poder más puro y absoluto, el de las puñeteras finanzas, sí, ni más ni menos que fervorosos partidarios del que es, sin duda, el mejor emblema del liberalismo ultracapitalista y neocon: todo por el poder, para el poder y por el poder. O sea, para Florentino. Esta deriva fundamental de Florentino hacia el Franco Madrid, creo yo que es el hecho decisivo de su estrategia global.Si Florentino no fuera presidente del Franco Madrid, no le hubieran consentido llegar tan lejos. Algo y alguien se hubiera removido en las entrañas auténticas del pueblo, que se habría sublevado espontáneamente ante tan ingente acumulación de poder.Pero este genio que quizá pueda disputarle la cumbre de la genialidad a tipos como Einstein o Heidegger, Planck o Foucault, Marx o Freud, comprendió instantáneamente que precisaba de una coartada insuperable que justificara su dominio crematístico del mundo. Y eligió la que, tal vez, sea hoy la más absorbente de las pasiones humanas, el fútbol.Con el fútbol, por el fútbol, para el fútbol, esa pasión moderna que es capaz de echar a la gente a la calle dispuesta a todo, como cuando el Celta y el Sevilla tenían que bajar a la 2ª división y el gobierno de España no se atrevió a consentirlo, por lo que dispuso todo lo necesario para que la Liga española se ampliara con 2 equipos más, este Rey Midas, que todo lo que toca lo convierte en poder puro y duro, se ha hecho el dueño de todos los destinos de este país y, a su través, de todos los destinos del mundo, de tal modo que puede permitirse el lujo de decir con la mayor modestia “no sé por qué se me atribuyen poderes que no tengo”, sólo porque el gobierno socialista que, un día, fue marxista, ha llevado a las Cortes españolas una ley que le va a permitir comprar por 4 perras cualquier empresa que se le antoje y a la que la vieja sabiduría popular ha dado en llamar “Ley o enmienda Florentino”.O sea que el tan famoso Berlusconi, al lado de nuestro hombre, es un vulgar rapero que, por cierto, también es propietario de otro grande del fútbol internacional, el Milán, y es que “nihil novum sub sole” que, como todo el mundo sabe, significa que no hay, no habrá nunca, no puede haber nunca ningún nuevo invento bajo el sol.De modo que tiene toda la razón del mundo Fernando Mora cuando escribe ese comentario en el que dice: “Y lo llaman democracia. Y los que manejan las grandes corporaciones empresariales tan contentos de ver como cada cuatro años se representa una farsa en la que creemos que elegimos a los que nos gobiernan. Y mientras tanto pues ya nos suministran el correspondiente anestésico en forma de CR's y demás. Pecata minutaAbrazos,P.S. Como el Ser Superior siga así, se va a convertir en un referente para la izquierda, no ya española, sino europea y acaso mundial.19 de octubre de 2010 23:02".