Cuando somos niños, nuestra creatividad es ilimitada. Con toda la información que continuamente escuchamos de nuestros mayores, comienza a “revolotear ” en nuestra imaginación un contingente de historias fantásticas que van haciendo de nuestro mundo, un lugar mágico para vivir. No conocemos nada que nos perturbe en el sentido creativo, puesto que todo puede ser posible en nuestro entorno; seres irreales, escenas ficticias, mundos paralelos. Todo tiene algún sentido extraño. Hasta las cosas inanimadas comienzan de algún modo a tomar vida en nuestra incipiente objetividad. Descubrimos que los sueños llegan a ser un incomprensible pero fascinante misterio que nos llevan a realizar proezas inenarrables y a sentir en nuestro interior el vértigo de disfrutar de nuestros cinco sentidos sin ni siquiera utilizar un ápice de nuestro cuerpo.
A veces llegamos a la etapa madura de nuestras vidas sin cuestionarnos acerca de ese mundo de ensueños que dejamos atrás, todo comienza a ser tan “normal”, que los compromisos, rutina, horarios, nos van alejando de esa esencia maravillosa que nos hace ser seres dotados de maravillosos dones para el pleno propósito de la vida. ¿Quien como nosotros puede a sus anchas, disfrutar de la visión, de la música, de degustar, de la risa, de los olores, por mencionar sólo algunos? El hecho de descubrir cada día que en los sueños están edificados cada uno de nuestros proyectos nos insta a entender que la imaginación y los sueños son parte esencial en nuestras vidas ya que nos conectan directamente con el ilimitado proyecto eterno del Creador. AE.