El poema del día. Hoy, Cuando ya nada importa, de Andrés Mirón (1941-2004)

Por Harendt


CUANDO YA NADA IMPORTA

Hay cosas que se explican cuando ya nada importa.

Evoco los tranvías y a las rubias platino

del lábil cine negro y ciertos plenilunios

y unos tristes boleros oxidando los años

donde el oro es chatarra y los partes de guerra

y las casas de putas y un olor a alhucema,

que dieron en cenizas. Qué inútil la palabra

que llega cuando el tiempo ya puso, según suele,

su estrago en lo que nombra. Aquí donde ahora lato,

un soldado de Aníbal me hizo prisionero

por gritar ¡Ave César! una noche de farra.

Y preso continúo, pero de otros caprichos,

si no tan placenteros, más turbiamente inútiles.

Los malvas del poniente acercan aventuras

vividas no se sabe en cuáles alamedas

con pájaros cantores. ¿Memoria o espejismo?

Da igual; tal vez un roce de hermosura no escrita.

Por esta densa niebla transito cada tarde.

Y así doy en la noche, esa trama secreta

que otorga paz al mundo y pone en evidencia

la pequeñez del hombre, su ceguera culpable.

Pero no todo es sombra. Una flor se hace mayo

si en ella se sustancian canción y galanura.

En este extraño instante coincido en el Martinho

da Arcada con Pessoa, un sombrero marengo

de fieltro y mucho humo. Encuentros como éste

se dan en cualquier sitio a poco que me marche

de copas y regrese borracho y me detengan

por recitar mi vida. Nadie me espera nunca.

Una vez intentaron liquidarme en Granada

tan sólo porque quise llamar al crimen, crimen,

pero hui para siempre como dicta mi miedo.

Allí donde hubo un árbol, siempre queda una sombra

y hay vuelos que se truncan en pleno descarrío

y una historia de trinos le otorga a la mañana

fascinación durable. Con trinos me despierto.

Con trinos, ya en la calle, me salen al encuentro

árboles prisioneros, sin culpa, del asfalto.

Si ofician el asombro, la prisa no lo advierte.

Solos y rutinarios nos perdemos de vista

y de otros soliviantos igualmente feroces.

Todo este helor se llama miércoles, por ejemplo.

Pero a veces el cielo se engrisa en nuestro daño

y deja una caricia allí donde un parterre

implora verderío. Vivir es sucederse.

Estar es santiguarse con la luz de los días.

Lo demás es un juego en que todo se pierde

o, con mucho entusiasmo, se gana lo apostado.

Sólo así nos sorprende con sus dalias tardías

la estación de los sueños. Es lo que siempre pasa

cuando ya no se explican las cosas que importaron.

Andrés Mirón (1941-2004)

poeta español