Alfileres prendidos es, en sus setenta poemas, una muestra de la poética y del compromiso con su tiempo de Guillermo Sastre, a quien conocemos en estas páginas, pues ya disfrutamos de su poesía.
El prologista, José Miguel Molero Cid, así nos lo hace saber desde el principio del libro, cuando escribe que el libro es "un bloque, un todo que muestra el retrato interior de un poeta en esencia."
A mí siempre me han gustado los poemarios breves, aunque no me asusto ante antologías de dos o tres cientos de páginas, ni ante obras monumentales como la que os comenté hace unos días, de Jesús Ayet. Podéis preguntarme cual es la razón, pero no la hay, como no existe razón para que un poema te guste, o mejor, te turbe, te diga algo, remueva los cimientos de la facultad de emocionarse. Y en setenta poemas eso ocurre más de una vez.
En efecto. Hay de todo ello. Desde un compromiso personal ante la vida, con unas ideas claras y expuestas, Guillermo Sastre nos lleva a conocer al mejor amigo- quien, por cierto, es el autor del dibujo de la portada-, al poeta que admira y reconoce como maestro; pero también a la nostalgia que sufre, o goza, ante el amor perdido o un momento vivido, ante la soledad; también sus anhelos, como ser, como poeta, y esa sensación que a todos nos llega en la madurez. personal y creativa- ante el paso del tiempo y la brevedad de la existencia.
Guillermo Sastre, un poeta que nos escribe desde esa madurez personal y creativa.