¿Por qué buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierdas damos la impresión de estar un tanto perdidos en el uso de términos tales como "pueblo, país, patria, gobierno, nación, España, estado"?... Al usarlos parecen similares pero no lo son. Para la derecha, sí; todo es lo mismo y va en el mismo saco. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos avergonzarnos de reivindicar el uso del nombre de España, la patria común que a todos nos acoge y ampara, No es solo de ellos, es también nuestra. Y deberíamos hacerlo sin vergüenza alguna, sin ningún tipo de remordimiento, sin amargura ni complejo de ninguna especie. Y para eso puede servirnos la poesía.
De ahí, mi atrevimiento de traer durante unas cuantas semanas, o mientras el cuerpo aguante, lo que algunos de los grandes poetas contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, han dicho sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza. Y es que, en palabras de Walt Whitman, "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".
Hoy traigo hasta el blog al poeta Juan José Domenchina. Poeta, escritor, crítico literario, político. Nace en Madrid en 1898, en el seno de una acomodada familia de ingenieros. Estudia magisterio en Toledo, y ejerce desde muy joven como crítico literario en revistas y periódicos tan prestigiosos como El Imparcial, El Sol y la Revista de Occidente. Conoce y colabora desde muy pronto con Azaña, del que fue secretario personal desde antes de la guerra civil. Casado con la también poetisa Ernestina de Champourcín, durante la guerra trabaja junto a Antonio Machado en el Suplemento Literario del Servicio Español de Información. En febrero de 1939 marcha al exilio con su esposa, primero a Francia y poco después a México, donde trabaja como editor para la Casa de España. Como poeta estuvo vinculado al conceptismo y al barroco. Su poesía fue considerada como "una fiesta derl intelecto". El exilio le vuelve existencialista y doliente, y le acerca de nuevo a lo religioso. Muere en la ciudad de México en 1959.
Les dejo con su poema "La voz remota":que tuve y que me tuvo. Allí no yerra;
allí está siendo, como siempre, entraña.
Yo no canto en falsete la patraña
que atipla al que, avenido, se destierra.Pronuncio desde allí, que es donde entierra
su son el grave acento que no engaña.
Aquí, sombra a lo lejos, me acompaña
el ademán suasorio de una tierraque esgrime el gesto con rotunda maña.
Y os hablo, limpio timbre que se empaña
sobre los mares, como muerto en guerra,desde una fosa, con mi voz de España.
"La voz remota"
Juan José DomenchinaY en la próxima ocasión nos vemos con el poeta Francisco Giner de los Ríos. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada núm. 2151http://elblogdeharendt.blogspot.comPues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri