- ¡Señor! ¡Hola! Estoy haciendo unas preguntas para un trabajo de la universidad. Estudio literatura. ¿Puedo hacerle una pregunta?
- ¡Buenos días! A ver...
- ¿Considera usted que su vida ha sido un dulce y melancólico oficio de inventar historias?
Ahora estoy sentado en mi despacho y miro mi primer recuerdo. Sí, lo tengo encima de la mesa, Es un pollico de hojalata pintado de colores. Le doy cuerda y mientras lo miro picotea me viene a la cabeza la pregunta que esta mañana me ha hecho esa chica en la calle. Sólo he sido capaz de decirle: Pues mira hija, ¡ni idea!
No recuerdo haberle visto más. Su regalo fue mi primer recuerdo y su muerte fue mi primer dolor. No tenía más abuelos, así que dejé de ser algo por primera vez, dejé de ser nieto y nunca más lo sería. Lo que no sabía entonces,Gracias a Dios, es que también dejaría un día lejano de ser hijo , y que volvería a sentir en muchas más ocasiones ese mismo dolor por distintas razones. .
Ahora soy mayor de lo que mi abuelo era entonces. Ahora soy yo el abuelo.
Hace unos años me dio un infarto. Sí , a mí, a aquel niño. A mí. ¿Cómo podía pasarme a mí algo así? Me creía tan fuerte que me daba vergüenza que mis hijos y mi mujer me vieran en la U.V.I. El caso es que allí estuve, y después me subieron a planta y tuvieron que cuidarme como a un niño chico o a un pobre viejo. Hasta tuve que recibir a mis , hasta hacía poco, compañeros de trabajo. Y tan chulo soy que tal como estaba me senté en la cama para demostrarles que estaba hecho un toro. Claro que antes eché a mi familia de la habitación, no fueran a tratarme delante de ellos como a un viejo enfermo.
Unos de esos días que estaba todavía en el hospital, aunque yo me encontraba estupendamente, se quedó conmigo una de mis hijas, y hablando hablando , le conté una historia verdadera de mi vida, le conté mi primer recuerdo. Supongo que ocurrió porque , aunque no quería aceptarlo, en el fondo sabía que había estado al borde de la muerte y eso te hace pensar mucho, y por una vez, necesité compartirlo. Es verdad que cuando estás en ese momento tan crítico haces un repaso a tu vida, y me di cuenta que mi vida había ido cambiando, y que había tenido que ir creando un personaje nuevo en cada etapa. Primero fui un niño ,sólo un niño feliz ,hijo, nieto y hermano, inocente y algo testarudo. Después saqué la nariz fuera de mi casa y empecé a intentar crear mi propia vida, y fue entonces cuando me volví anarquista.Pero mi madre me dio tal tortazo , que se me quitaron las ganas inmediatamente. Fui también un guapo y chulito adolescente con el pavo subido , y un joven que conquistó al amor de su vida. Entonces tuve que convertirme en un estudiante serio y esforzado para tener una profesión y poder casarme y formar una familia, así que estudié y estudié y me puse a trabajar. Joven aún, me transformé ahora en padre , ¡cinco veces!. Y seguí trabajando hasta el día que me jubilaron.Sí, me jubilaron, porque yo no me jubilé, yo estaba hecho un fenómeno, joven, en lo mejor de mi carrera profesional. Pero se empeñaron y me mandaron a casa. Al poco me dio el infarto. Eso no fue por viejo, no. ¿O sí? No, fue el sufrimiento por no poder afrontar que esos hijos de puta, -perdón-, me echaran de mi trabajo. El caso es que me tuve que aguantar y reinventarme una vez más. Ahora soy profesor voluntario de servicios sociales, pintor,estudiante de lenguas, informático, maestro de taichí, chófer ...De modo que sigo viviendo, no sólo existiendo, a pesar que algunos se empeñaran en que no lo hiciera. Y, claro, también sigo siendo marido, padre y abuelo, lo cual, aunque a veces diga algunas tonterías, me encanta.Me fastidia que llegue un fin de semana y no esté la casa llena de hijo y nietos, de barullo.Por supuesto nunca lo confieso. Y ahora sufro por el deterioro de mi cuerpo, por el de mi mujer. Sufro por mis hijos, por mis nietos, por mis amigos perdidos para siempre. Pero ,si tengo algo bueno, eso es mi testarudez y mi optimismo, así que me doy cuerda como al pollo y sigo y sigo, adaptándome a lo que hay,No pienso rendirme, ni morirme hasta que no tenga más de cien años, aunque lo médicos estos digan que apenas puedo respirar, Eso dicen ellos, porque yo ni me ahogo tanto , ni nada, sólo cuando subo escaleras o cuestas muy muy empinadas. Además la medicina avanza que es una barbaridad.
Así que mi respuesta a la pregunta que me hizo esa chica creo que sería: No, mi vida no ha sido un dulce y melancólico oficio de inventar historias, ha sido un continuo y esforzado oficio de reinventarme a mí mismo.