En la última final, Courtois fue quien sustentó el estado de ánimo de su equipo, quien mantuvo la viva la llama de la esperanza en la victoria. Cada nueva intervención era un puente tendido desde el que asediar al ejército blanco. El joven meta belga mostró ayer que está en posesión de las capacidades físicas, con estiradas como la que impidió el tanto del empate de Ozil, y mentales necesarias para sostener a todo un equipo. La parada al alemán mostró al Courtois más primitivo, un ser plagado de instintos que le llevan a lanzarse sobre su presa antes de que la amenaza se convierta en un daño real. Un portero es en gran medida reflejos, como ya había mostrado unos minutos antes ante un disparo a bocajarro de Higuaín. Un portero es la último bastión defensivo en el que descansa el ánimo de todo un equipo, es quien tiene la capacidad de parar el tiempo y encoger el corazón de todo un estadio.
Un portero no es sólo reflejos, sino que es todo un gestor emocional y para ello tiene que conocer y manejar la inteligencia emocional. La actuación y rendimiento de un guardameta está directamente relacionado con su confianza en sí mismo, en su capacidad para concentrarse y en su valor para enfrentarse sin dejarse arrastrar por lo que sucede a su espalda. Un portero es, ante todo, el reflejo de sus dudas. Cuanta más incertidumbre rodee cada decisión de un portero menor será su capacidad para hacerse con el balón, sea cual sea la circunstancia, y mayor su impacto negativo en el estado emocional de sus compañeros y aficionados. Un guardameta que toma sus decisiones desde el convencimiento y la seguridad en lo que hace, sin atisbos de dudas, ayudará a reafirmar la identidad del colectivo que defiende y la certeza de que los intereses que defiende son los ciertos.
Una portería es un lugar en el que quien llega sabe que le espera permanecer en ella largo tiempo. El guardián de los palos debe tener tiempo para conocer la idiosincrasia y el significado de lo que defiende. Permanecer atento e identificar qué lleva a convulsionar a sus aficionados y reducir los síntomas que les agitan. Debe establecer una relación afectiva con el riesgo, aprender a vivir en una situación permanente de conflicto que derivará en esa inevitable locura emocional que invade a quien se pone unos guantes: Higuita y su escorpión en Wembley,
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