El año pasado seguí con atención los 28 "Post Imposible" que otros tantos bloggers escribieron para Vodafone con la intención de poner a prueba las posibilidades de su internet móvil. Con atención, y por qué no reconocerlo un poco de envidia. Este año, me ha tocado a mí vivir una de esas experiencias, y como veréis el resultado ha sido para partirse la caja, literalmente.
A priori, la propuesta parecía no ser tan espectacular como otras, y sin embargo, tengo que decir que me atrajo desde el principio: tenía que escribir un post mientras un mago me cortaba por la mitad.
Siempre me gustó el ilusionismo, y el show. Ambos conceptos no muy alejados de la publicidad. Pero sobre todo, me encanta conocer las cosas por dentro y poder contarlo. Y de eso se trataba, de meterse dentro de una caja mágica y comprobar cómo era posible el truco, porque algún truco tenía que tener, que te dividieran en dos delante de todo el mundo y siguieras sonriendo.
Para la realización de la prueba, la sala Houdini de Madrid abrió sus puertas un lunes por la mañana en exclusiva. Pude así visitar en privado un lugar que seguro gustará a muchos, con sus tres salas de magia en vivo, su museo de objetos misteriosos bastante frikis, y la no menos curiosa sala de espiritismo que puede alquilarse para hablar con el más allá (aunque para eso no hacen falta la cobertura de Vodafone, creo).
La sala, como dije, estaba cerrada al público, pero entre el equipo de producción y rodaje y los distintos responsables de la compañía, haber público, había. Así que no me quedaba más remedio que aceptar el reto con dignidad y la mejor de mis sonrisas (en el video veréis que en ocasiones, esa sonrisa tenía que ser mantenida como una parte más del truco). Pero es que sin pensar en que iba a ser dividido en dos, sólo el dejarse aprisionar dentro de aquel artefacto ya contaba con algún que otro riesgo, y no digamos si además tiendes a la claustrofobia.
Todo parecía estar pensado. Lo único que podía mover más o menos libremente eran las manos, y así sostener el Netbook Samsung conectado a la red con una base MIFI aunque también hubiera podido conectarme insertando directamente la tarjeta SIM de datos en el puerto del Netbook.
Llegó el momento. El show se realizaría exactamente igual que si fuera un espectáculo en vivo, de un tirón y sin cortar. Quiero decir sin cortar la grabación de video, porque a mí, se suponía que me cortarían por la mitad.
Se abre el telón, se encienden los focos, suena la música, y el mago Andrés comienza su ritual. Ritual es una palabra con connotaciones satánicas que no debería usar hablando de alguien con un enorme cuchillo en sus manos, supongo, pero allí estábamos.
Llegó el punto álgido del show. El machete estaba atravesado horizontalmente a mi derecha y el ilusionista a mi izquierda, con aviesas intenciones. Mis miradas y súplicas no servían de nada ya. Estaba decidido, sólo tenía que empujar la parte superior de la caja con fuerza, y yo, José Carlos, sería más géminis que nunca. Dos mitades. ¡Acción!.Cerré los ojos y recé porque el "clack!" que sonó fuera la madera de la caja y el mecanismo de desplazamiento, y no mi columna vertebral. Escuché los aplausos y no los gritos del público, así que supuse que todo había ido bien hasta ese momento. Cuando los abrí de nuevo, a contraluz, veía las caras de asombro divertidas de todos, y me hubiera gustado verme también. Forcé la postura cuanto pude y alargué las manos para tentarme los bajos, con perdón. ¡Y no estaban!.
Moví los pies con cierta angustia mientras miraba hacia abajo, a mi izquierda, donde habían quedado. Justo donde estaban cuando entré en la caja, al final de mis piernas. No dolía, pero impresionaba. Una parte de mí estaba a la derecha y otra a la izquierda, lo cual, políticamente hablando, también es verdad. Lo habían logrado.
El mago volvió a realizar todo el proceso a la inversa bajo mi atenta mirada y mis súplicas de piedad, y cuando todo parecía ir bien, sonó un "Ras!" que no estaba previsto y que nadie más que yo pudo escuchar. Las cámaras grababan y no era cuestión de perder la compostura, pero mucho me temía que algo no había acabado como debía. Salí de la caja disimulando y recordando aquello de "the show must go on" impaciente porque el telón volviera a ocultarme y localizar origen del "Ras!". Y aquel sonido no era otra cosa que un poco tranquilizador enganchón en la parte trasera de mi pantalón, es decir, en todo el culo. Un siete que rasgó la tela dejando mi poca vergüenza un poco más al descubierto, y que con magia o sin magia, estuvo a centímetros de de convertirme finalmente, en lonchas de blogger.
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