Anda toda España con el corazón encogido asistiendo a las tareas de rescate del niño atrapado en un pozo de Málaga. La inusitada y dramática situación ha hecho que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad se encuentre conmovida por la misma y empatice con el inimaginable sufrimiento y angustia de la familia.
Una buena noticia dentro de tanto dolor y desesperanza.
Personalmente me gustaría que estas muestras de solidaridad no fueran un elemento aislado, movilizada por una situación que ha sacudido nuestas conciencias al haber sido testigos, gracias a los medios de comunicación, de tan lamentable accidente y poder imaginar y acercarnos así al inenarrable dolor que debe estar pasando cualquier persona cercana al niño.
Porque el niño de Málaga no es el único niño que está en un pozo. La situación de la infancia en nuestro país es dramática.
Uno de cada tres niños y niñas está en situación de pobreza, una realidad que debería avergonzarnos como país y como sociedad, y a la que seguimos sin dedicar los recursos y las políticas necesarias.
Uno de cada cinco niños y niñas sufren de abuso y/o maltrato en sus más variadas formas. Otra realidad invisibilizada y ante la que, como sociedad, solemos mirar para otro lado.
Son sólo datos y cifras frios, pero detrás de ellos se encuentran niños y niñas tan reales como el niño de Málaga. Y, al igual que él, se encuentran atrapados dentro de sus respectivos pozos. Sin poder salir, esperando un rescate que nunca llega.
Sus pozos son tan oscuros que pasan desapercibidos.
Ojalá este niño, aunque la esperanza ya casi se haya agotado, pueda salir de ese pozo para ser abrazado por sus padres. Y ojalá los focos que se han puesto sobre él se ampliaran y se pusieran sobre la situación del resto de niños y niñas que están sufriendo en nuestro país.
Tal vez así, algún día, tengamos el valor de rescatarlos a todos.