El precio de la fama

Publicado el 04 octubre 2015 por Spiderman @cineylibertad

Estoy convencido de que en más de una ocasión han escuchado la expresión: “Hay personas que nacen con estrella y otras que nacen estrelladas”. Al director, Xavier Beauvois, le ocurre lo primero de lo que se deduce por su reducida filmografía de 6 trabajos en 20 años, que se puede decir que presenta un buen nivel. De este modo, nos encontramos que, por su debut cinematográfico por Nord, recibió dos nominaciones a los César franceses, mientras que consiguió dos premios en el Festival de Cannes por No olvides que vas a morir, aunque su obra maestra es, sin duda, De dioses y hombres, por la que obtuvo el Premio del Jurado en el Festival de Cannes y el César a la Mejor película, en la que contaba con objetividad las luces de una congregación religiosa.

 
Y si las estrellas de esta película serían Charles Chaplin y el citado cineasta, los estrellados serían los protagonistas de El precio de la fama. En ella se cuenta la historia real de cómo dos vagabundos, en 1977, al enterarse de la muerte de uno de las grandes iconos del cine mudo junto a Buster Keaton y Harold Lloyd, profanaron su tumba y pidieron un rescate del célebre actor de bigote y bombín.

 
Las interpretaciones corresponden a un actor muy apropiado para el papel como Benoît Poelvoorde, que ya había protagonizado la inolvidable Tímidos anónimos, ya que su expresividad y gestualidad van en consonancia con la idea de dedicar interesantes y significativos momentos a homenajear al cine mudo. A este actor le acompaña Roschdy Zem.

 
El precio de la fama no llega ni por asomo al insuperable nivel de su anterior trabajo. Sin embargo, el calificativo de amable (le faltó un poco de mala idea) sería el más indicado para explicar lo que nos vamos a encontrar durante su visionado, puesto que la película, sin ser maravillosa, se deja ver, aunque se alarga innecesariamente porque el curioso argumento no debería de dar para más de 90 minutos. Cuando uno sale de la sala de proyección tiene la sensación de no haber visto gran cosa, pero tampoco de haber tirado el dinero. Su humor es de sonrisas más que de carcajadas. Por cierto, la banda sonora es delicada e inolvidable.

 
En este largometraje se apunta el drama de la inmigración. Sus personajes despiertan el sentimiento de ternura, que te toca el corazón, un valor fundamental en estos tiempos en los que vivimos. Sus gestos hacia el prójimo lo dicen todo, a pesar de su sencillez. Llama la atención la lealtad de una especie de mayordomo de Chaplin. La película está abierta a la trascendencia y es culturalmente cristiana, haciéndonos reflexionar sobre el arrepentimiento, que puede tener consecuencias positivas gracias a personas comprensivas (puplicado en Pantalla 90).