El precio de ser mujer —8 de marzo—

Publicado el 07 marzo 2013 por María Pilar @pilarmore

Noemí Penela García

A veces, en breves destellos, logro pintar con mis piruetas aires que me gustaría respirar y cielos por los que me gustaría volar. El miedo al monstruo se impone olvidando los sueños imposibles. Es tan hábil en el  manejo de mis hilos que nadie puede ni siquiera intuir mi desgracia. No soy más que una marioneta en las manos de un desaprensivo cegado por lucirse y medrar a mi costa. Un día no puedo aguantar más tanta vejación y oigo un chasquido en mi interior como el de un objeto de madera que se astilla violentamente. Mi cara se queda con una expresión desencajada, mis piernas se doblan y todo mi ser no es más que un ovillo.

Enfurecido me grita: “te has vuelto torpe e inexperta, en adelante no serás más que un despojo de marioneta rota”. Coge unas tijeras con las que corta todos los hilos de mi destino y me arroja violentamente al fondo del exiguo cajón. 

¡Este sí que conoce bien mis desdichas! Tengo un temblor frío que la soledad aumenta. Sin mis alas insuflándome alma nunca más volveré a sentirme viva. Esta será mi peor condena. Trago saliva y parpadeo repetidas veces intentando frenar el torrente de lágrimas que al final se desliza a borbotones por mi rostro. La visión se me empaña y me impide distinguir claramente esa sombra que se me aproxima, pero oigo su voz queda diciéndome: 


“Yo te vengaré. Cree que es él el que marca mis pasos manejando mis hilos y yo le dejo que se lo crea, no es consciente que hace tiempo soy yo la que desde mi apariencia de marioneta débil e insegura maneja sus hilos, le marco el compás y le obligo  a moverse al ritmo que a mí se me antoja. Su destino está en mis manos”.