"Al día siguiente vi otra vez a John Big en el Flamingo, de pie en la barra, hablando de cámaras fotográficas con el camarero, y tomando fotografías. Tiene que ser fotógrafo aficionado, pensé yo, al verle con todas aquellas cámaras y lámparas de flash; pero las cosas que decía sobre fotografía eran solemnes tonterías. Llegué a la conclusión de que después de todo no era fotógrafo aficionado; no era más que un tío con pelas cargado de cámaras."
-Richard Phillips Feynman
En los afanes absurdos del progreso creemos que si algo no nos da dinero, reconocimiento o alguna ventaja sobre los demás no vale la pena invertir nuestro tiempo. El ocio se reduce a hundirse en las pantallas de un teléfono o una televisión, en escaparates de tiendas, en estar conectados con todo y nada a la vez, básicamente el tiempo de disfrute se gasta en consumir y consumirnos.
La figura del amateur (aquél que hace las cosas por el simple hecho de amarlas) no vale nada para mucha gente sino se tienen miles de seguidores que avalen dicha práctica o sino se recibe un premio o remuneración por dicha actividad. Para mucha gente el hacer las cosas por hacerlas (y amarlas) es un total disparate.
Pero muchas veces el premio o ganancia de nuestra práctica fotográfica es el mero hecho de hacerlo, quitarle el polvo a la cámara y las vendas a los ojos y explorar lo que nos rodea. Reconectarnos con lo que pensamos y sentimos, poco a poco salir del letargo del consumo y la sobreinformación. El premio está en hacer.
Dentro de las memorias del físico Richard Feynman recolectadas en el libro "¿Está usted de broma Sr. Feynman? " se pueden encontrar anécdotas divertidas sobre su curiosidad por otros ámbitos alejados de su profesión, como el arte, la biología, los bongos, los bares [...] y otros desencuentros.
Si se exploran dichas memorias (y se ignoran las partes machistas y sin sentido) se vislumbra el gran poder que tiene el explorar disciplinas alejadas (supuestamente) de las nuestras. Abrir un libro de matemáticas, ver una comedia romántica que jamás verías en tu sano juicio, acercarte a alguien totalmente distinto a ti, te enfrenta y te abre las limitantes.
Otra historia rescatable es el cómo tomó la noticia de haber ganado el premio nobel:
Recibió de muy mala gana una llamada en la madrugada de un señor que solemnemente le explicaba que era el ganador de aquél prestigioso premio, Feynman lo único que quería era dormir, así que colgó y bromeó con su esposa al respecto.
Al despertar las llamadas eran constantes, en su mente no dejaba de pasar la idea de dejar de disfrutar muchas cosas por la fama que le daría dicho reconocimiento, expuso tales dudas a un periodista de la revista Time que lo convenció de que rechazar el premio causaría más revuelo que simplemente aceptarlo así que se resignó y lo recibió.
En el discurso de entrega dijo haber obtenido ya la recompensa en hacer (y disfrutar) lo que hacía y más tarde admitió su desencanto al no poder dar conferencias a estudiantes que realmente les apasionara el tema (unas 15 personas) y tener auditorios llenos que sólo estaban ahí para "escuchar" a un premio Nobel y no por que les apasionara el tema.
Reivindiquemos la figura del que ama hacer algo, recuperemos el ocio de hacer o investigar algo por nosotros y menos por los demás, seamos más fotógrafos amateurs y menos pelotudos con cámaras.