Ser hijoputa por tu cuenta, fuera del marco familiar, no es tan fácil como parece. Quieres medirte con alguien, pero no tienes a nadie con quien medirte porque aquel con el que te tienes que medir, el único con el que tiene un sentido medirse, te ha echado del ring. La verdadera vocación de escritor se forja así, sin que el escritor en ciernes sepa aún que va camino de ser escritor: escribir es pelear fuera del ring en el que uno tendría que pelear. Es extraño asistir a un combate de box que es el tuyo pero en el que no estás. No siempre se admite. El tiempo que uno tarda en admitirlo es el tiempo que uno tarda en admitir que escribir es una de las formas para dar la espalda a la hijoputez.
Ser hijoputa por tu cuenta, fuera del marco familiar, no es tan fácil como parece. Quieres medirte con alguien, pero no tienes a nadie con quien medirte porque aquel con el que te tienes que medir, el único con el que tiene un sentido medirse, te ha echado del ring. La verdadera vocación de escritor se forja así, sin que el escritor en ciernes sepa aún que va camino de ser escritor: escribir es pelear fuera del ring en el que uno tendría que pelear. Es extraño asistir a un combate de box que es el tuyo pero en el que no estás. No siempre se admite. El tiempo que uno tarda en admitirlo es el tiempo que uno tarda en admitir que escribir es una de las formas para dar la espalda a la hijoputez.