Por Marcelo Báez Meza
(Contribución del autor a Ciencia Ficción en Ecuador de su artículo previamente publicado en la revista Babieca, en octubre de 2016 y vuelto a publicar en su blog PANTALLAS, bitácora del escritor Marcelo Báez Meza, enfermo de cinefilia en estado terminal, Guayaquil, el 15 de abril de 2017)
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Marcelo Báez Meza (Santiago de Guayaquil, 1969). Máster en Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología por la Escuela Superior Politécnica del Litoral. Ganador de cinco premios nacionales de literatura y del Concurso de cuento breve Jorge Salazar 2010 convocado por la editorial peruana Pilpinta. Autor de cuatro poemarios (entre los que destaca Puerto sin rostros), tres novelas (entre las que sobresale Catador de arenas), dos libros de cuentos y dos libros de crónicas de cine. Antologías en las que está incluido: Poesía bilingüe (español/portugués) Entresiglos/ Entreséculos (Bianchi Editores-Edições Pilar, Montevideo, 1999); Relatos vertiginosos. Antología de cuentos mínimos (Alfaguara, México, 2000), compilador: Lauro Zavala; Pequeñas resistencias 3: Antología del nuevo cuento sudamericano (Editorial Páginas de Espuma, Madrid, 2004). Editor: Juan Casamayor. (Tomado de Projeto Editorial Banda Hispanica)
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Material promocional de Star Trek Beyond (www.treknews.net).
Antes de Star Wars existieron los trekkies. Tal fue el impacto de Star Trek, emitida por primera vez en setiembre de 1966, que inspiró a generaciones de científicos y médicos. Para muestra dos botones: el primer transbordador espacial fue bautizado como “Enterprise” y el “comunicador” localizado en el puente de la nave es el primer antepasado conocido del Smartphone.
Vamos ahora con unos datos que demuestran que Star Trek inventó todas las hermandades de fanáticos de cualquier franquicia posterior: cuatro temporadas repartidas en 727 episodios con diferentes repartos y distintas décadas; una serie animada (1973-1974); doce películas (la más reciente Star Trek Beyond que es la que comentaremos en este artículo); la lengua ficticia más hablada (el klingon); el primer juego de vídeo existente y el de más larga vigencia comercial (1971-2016); la primera secuencia hecha por computadora (CGI) en la historia del cine (Star Trek II: The Wrath of Kan, 1982). Estas y otras cifras hablan de la importancia de Viaje a las estrellas. El vocablo “trek” es más completo pues denota una larga travesía llena de peripecias.
El creador de la serie, Gene Roddenberry, y su colaborador Gene L. Coon, dos exveteranos de la guerra del Pacífico de los EE.UU. decidieron hacer del guion una metáfora de la Guerra Fría con un dramatis personae simbólico en el puente del Enterprise: el ruso Chekov (Walter Koenig), el japonés-americano Sulu (George Takei) y una mujer afroamericana (Nichelle Nichols) como Uhura. Estamos ante la ONU reunida en una nave espacial que vaga por las fronteras de la Confederación (eufemismo de galaxia).
El leit motiv del viaje abría el show con una declaración de principios: “El espacio, la última frontera”. Imposible no ver las referencias homéricas de Odiseo regresando a Ítaca o Jasón navegando en el Argo. Sólo hay que cambiar la inmensidad marina por la eternidad de la vía láctea.
Vamos ahora a comentar cómo Justin Lin (director de cuatro de las seis entregas de Rápido y Furioso) destrozó el legado de Roddenberry. Lo primero que llama la atención es la necesidad del guion (firmado por el comediante Simon Pegg) de pulverizar el Enterprise. No es la primera vez que la nave espacial es destruida. Ya pasó en Star Trek III: En busca de Spock (1984) y Star Trek: La próxima generación (1994). En esta ocasión el Enterprise se encuentra, supuestamente, en una misión de cinco años para explorar regiones no visitadas anteriormente. En el primer acto el capitán Kirk autoriza el salvataje de una alienígena que resulta ser una especie de caballo de Troya que llevará a la destrucción del Enterprise. El productor J. J. Abrams (director de las dos entregas anteriores: Star Trek del 2009 y Star Trek: Into the darkness del 2013) quiso, según las notas de prensa, recuperar el espíritu de la serie televisiva. La verdad es que no lo logró. El capitán James T. Kirk de esta trilogía es un aniñado e ingenuo Chris Pine que busca imantar a la audiencia juvenil femenina. Parece más un atlético héroe de acción y dista mucho del liderazgo estoico de William Shatner. Zachary Quinto nunca le llegará a los talones al Spock de Leonard Nimoy quien siempre destacaba por su liderazgo intelectual. Hay un momento crucial en el que Kirk manda a callar a Quinto pidiéndole que vaya al grano. Significativa interrupción que echa por la borda los verdaderos debates filosóficos que los trekkies echan de menos en la seria televisiva. Todo en aras de la acción trepidante y los deslumbrantes efectos especiales. El más reciente filme de la franquicia no deja de ser una farsa con actores jóvenes cuyo carisma no basta para trascender. Estas ansias de adaptar una marca comercial a los nuevos tiempos obligó a que los productores convirtieran en gay al piloto Sulu. En esta película se lo muestra con su hijo pequeño (fruto de un vientre de alquiler) y su pareja, otro asiático. Como se puede ver todo es muy políticamente correcto para satisfacer a la comunidad GLTBI. Es precisamente este toque light el que hizo que contrataran a J. J. Abrams para que arruine esa otra franquicia que es La guerra de las galaxias. La verdad es que a estas alturas ya es difícil diferenciar las tramas de las dos Star: Trek y Wars.
Star Trek Beyond está dedicada a Leonard Nimoy (1931-2015) y a Anton Yelchin (1989-2016), gesto sentimental que ya se nota en el anticlímax. Zachary Quinto recibe en un cofre los bienes personales del Embajador Spock (le han informado que acaba de fallecer) y posteriormente el flamante vicealmirante Kirk brinda por los ausentes. Para colmo pero calma de los fanáticos la nave Enterprise es reconstruida de la nada en una secuencia de time lapse harto atractiva visualmente. La metáfora encuentra su culminación más simplista: la mercancía puede renacer fácilmente por gracia y obra de la tecnología. Muere un actor pero otro le da vida con una asombrosa funcionalidad. Es lo que los expertos en el divorcio de Brad Pitt y Angelina Jolie denominan “franchise fatigue”. La reinvención del producto no cesa. Netflix anuncia que está en marcha hacer una nueva temporada de Viaje a las estrellas. Mientras tanto, J. J .Abrams supervisa los detalles de Star Wars: A Rogue Story y amenaza con una cuarta entrega que desgraciadamente también producirá. La conclusión es inevitable: la serie televisiva Star Trek inventó el futuro pero Star Trek Beyond destruyó el pasado.
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