El primer santo mexicano

Por Miguelo87

Después de la Virgen de Guadalupe, el santo más venerado en México, no es precisamente san Juan Diego o algún otro santo mexicano, sino el judío san Judas Tadeo. Y sin embargo, el 5 de febrero, la Iglesia católica celebra al primer santo y mártir de México: a san Felipe de Jesús, un franciscano a veces poco conocido, pero cuya fiesta es importante al menos para la Arquidiócesis de México. Se trató brevemente sobre él y sus compañeros en un artículo anterior, referente a la ciudad japonesa de Nagasaki.
Felipe de las Casas Martínez, nació en la Ciudad de México en 1576 (ó 1572). Novohispano, criollo e hijo de una acaudalada familia española, desde muy joven tuvo una vida rebelde, por lo que ingresó a los Franciscanos Descalzos de la Provincia de San Diego, en Puebla. Pero cansado de la vida religiosa, dejó la orden en 1589. Probó suerte como comerciante, lo que lo llevó a Filipinas, donde tuvo algunos meses de vida mundana hasta 1590, donde reconsideró su vida y regresó a la orden franciscana en 1590, en Manila, Filipinas, y donde tomó el nombre de Felipe de Jesús. Queriendo regresar a Nueva España para ordenarse sacerdote, se embarcó rumbo a Acapulco en la Nao de China, pero una tormenta desvió el barco hasta Japón, donde encontró la muerte por crucifixión, el 5 de febrero de 1597 en Nagasaki, junto a otros de sus compañeros, tras la persecución cristiana ordenada por Toyotomi Hideyoshi. Se dice que en su juventud rebelde, su nana, decepcionada exclamaba: "¡Ay Felipillo!, el día que tú seas santo, esa higuera seca, revendecerá"; lo que según la leyenda, sucedió al instante de la muerte de Felipe en Japón.


Se ignora el lugar donde reposan sus restos. Fue declarado mártir y beato en el 14 de septiembre de1627, por el papa Urbano VIII, junto a sus compañeros novohispanos y japoneses; y canonizado el 8 de junio de 1862 por Pío IX. Además de ser el primer santo mártir mexicano, ostenta el título de Patrono de la Ciudad de México y de la Arquidiócesis de México. Es algo curioso que haya sido canonizado en un momento en que los gobiernos liberales de México, estaban en conflicto con la Iglesia mexicana, por las Leyes de Reforma. Y no solo con la Iglesia mexicana, sino diplomáticamente con la Santa Sede (en los entonces Estados Pontificios) y con un papa opositor a varias de las ideas liberales anticlericales que estaban en auge en Europa y América a mediados del siglo XIX.