Londres fue el país pionero en utilizar este tipo de sistemas de trenes. Los primeros trenes subterráneos tuvieron lugar en 1863. Por aquel entonces, la ciudad de Londres era muy concurrida y las calles estaban llenas de tráfico. Había demasiadas personas transitando por las calles, carruajes, casas y edificios, etc. por lo cual, no había suficiente espacio para poder moverse con normalidad. Por ello, empezaron a construir este nuevo sistema de transporte bajo tierra. Pero a diferencia de hoy, los trenes de aquella época funcionaban con motores de vapores.
Debido a que estos motores eran alimentados por agua muy caliente y fuego, los túneles subterráneos estaban llenos de humo y de vapores tóxicos, y eran también muy ruidosos. El ambiente que se respiraba en las estaciones de metro de aquella época era insoportable, contaminante y muy dañino para la salud de las personas. Para agravar aún más la situación, los túneles también estaban oscuros y eran peligrosos. Los vagones de tren y las estaciones estaban hechas de madera, y para alumbrar ciertas zonas, se utilizaban lámparas de gas. A veces hubo accidentes debido a los incendios provocados por las lámparas.
Antes de que el metro de Londres se abriera, la gente estaba muy asustada por la idea de entrar en túneles subterráneos. Muchos tenían miedo de los túneles y de la sensación que provocarían en ellos tan desagradable. A pesar del miedo imperante y creciente de la población de Londres, el nuevo metro transportó a unos 40.000 pasajeros el primer día. Al ver que todo aquello fue un sistema de transporte muy bueno, eficaz y rápido, los habitantes se enamoraron de los trenes subterráneos de forma casi inmediata.
Este nuevo sistema de transporte tenía tres zonas bien diferenciadas según el estatus económico de las personas. La primera clase fue la más cara y cómoda, permitida para un cierto sector de la población londinense. La segunda clase era más asequible que la primera y no estaba mal del todo, ya que podías tener un viaje relativamente tranquilo y pasajero. La tercera clase era todo lo opuesto a la primera clase: costaba mucho más barata, pero la higiene y la confortabilidad, dejaba mucho que desear.
A pesar de ello, los tickets de la tercera clase eran los más vendidos y populares, debido a que, había un elevado porcentaje de la población que no tenían suficientes medios económicos. El ratio de entradas vendidas de la tercera clase, osciló en torno a un 70%. Hoy en día los precios de los metros han subido, pero la experiencia bajo tierra en todo el mundo es definitivamente mejor: más limpia, silenciosa, iluminada y menos peligrosa que antes.