El origen desconocido de la peregrina
Egeria o Eteria vivió en el siglo IV en el rincón occidental del Imperio Romano, en la provincia de Gallaecia. La única fuente de información que nos ha quedado de Egeria fueron sus propias cartas que escribió a sus hermanas del monasterio del que salió para emprender su largo viaje. Es por esta razón por la cual en sus misivas no nos habla de ella sino de sus experiencias. La pérdida de parte de aquellos preciosos manuscritos también nos impide reconstruir parte de su vida y de su viaje. Pero podemos deducir por sus hechos que Egeria fue una religiosa de orígenes nobles. Su cultura y la posibilidad de poder emprender aquella aventura en la que estuvo protegida por reyes, obispos y soldados, nos indican que Egeria podría haber pertenecido a una familia de alto linaje. Algunas fuentes apuntan que incluso podría ser hija del emperador de Oriente Teodosio I y su primera esposa Aelia Flacilla. A pesar de haber emprendido viaje con dinero y protección, está claro que una mujer del siglo IV que decidía recorrer buena parte del mundo entonces conocido y adentrarse en largos y peligrosos caminos, no era una mujer cualquiera. Aventurera, osada, valiente, curiosa son algunos de los adjetivos que se le pueden atribuir a Egeria. Un largo viaje Egeria inicio su periplo en 381 y duró, al menos según los textos que de ella nos han llegado, como mínimo hasta el 384. Tres largos años en los que visitó Constantinopla, Mesopotamia, Asia Menor, Siria, Palestina y así una larga lista de lugares. La Pax Romana, un largo periodo de paz entre tiempos de guerras e invasiones de la historia de Roma, junto con una extensa red de calzadas que pintaron un mapa de caminos de más de 80.000 km. favorecieron el viaje de Egeria. Un salvoconducto o pasaporte, reservado solamente a personas importantes, le dio seguridad ante los posibles peligros que pudiera encontrar. El diario de Egeria, o al menos lo que se ha conservado, termina con su estancia en Constantinopla, una vez visitado Egipto y Oriente Medio. A pesar de que la incansable viajera apuntó su deseo de dirigirse hacia Éfeso, no sabemos si continuó el viaje. Una peregrinación excepcional El nombre de Egeria permaneció oculto durante siglos. Solamente se conocía una referencia suya gracias a una carta que San Valerio escribió a los monjes del monasterio de El Bierzo. En 1884, un arqueólogo italiano, Gian Francesco Gamurrini, encontró en la Biblioteca de la Cofradía de Santa María de Laicos en Arezzo un códice en pergamino de 37 folios. Una parte del manuscrito estaba incompleta y no se identificaba su autor. Eran las palabras de Egeria escritas quince siglos atrás. Pero Gamurrini atribuyó aquel texto a Santa Silvia de Aquitania quien también estuvo en los Santos Lugares poco tiempo después que Egeria. Egeria tendría aun que esperar un poco más para despertar del olvido de la historia. Fue en 1903, gracias a Mario Ferotín, quien en un estudio publicado en la Revista de Cuestiones Históricas, atribuyó aquellos textos a su verdadera autora. El conocido como Peregrinación o Itinerario no se ha conservado íntegro, falta el inicio y el final. Dividido en dos partes diferenciadas, la primera es una exhaustiva narración de sus aventuras y se podría considerar como el primer libro de viajes español. La segunda parte es una descripción más concreta de los lugares en los que estuvo, de las personas que conoció y de las liturgias que se oficiaban en los templos que visitó. No se sabe dónde ni cuándo murió Egeria, una mujer cuya curiosidad y afán de aventuras la llevó a convertirse en una pionera de la peregrinación y de los viajes. Si quieres leer sobre ella