Perfeccionista desde que era una niña, siguiendo los mismos pasos de su madre y su abuela, como si fuese una secta secreta con un ritual sofisticadísimo, colocaba cada cosa en su sitio de la misma manera. El equilibrio y la pulcritud dominaban su territorio y su mente, donde las ideas quedaban ordenadas como si fuese un roperillo. Incluso sus emociones estaban dispuestas de tal forma que no podía sentir si no se cumplían unas condiciones previas. A sus treinta y tantos aún no había tenido ninguna relación amorosa, se había reservado hasta conseguir al hombre ideal, el hombre perfecto. Su príncipe azul, al que había conocido en Internet, surgió de repente al abrirse la puerta de la sala de recogida de equipajes. Era como se lo imaginaba: alto,
de cuerpo atlético, con una cabellera larga de pelo negro lacio, muy bien cuidado, que brillaba como su alineada dentadura de la que brotaba una sonrisa magnética y contagiosa. Elegantemente vestido con traje de sport, se acercó hasta ella con paso seguro y, tras soltar su maleta de ruedas, estrechó con sus grandes manos las de Elena. Después de saludarla con su voz de tenor, mientras intentaba abrazarla, ella, horrorizada, intentaba escapar de sus brazos, sin dejar de mirar con expresión de asco aquel moco verde que coronaba su nariz como si fuese una gran esmeralda y sin que él se percatara de lo que estaba ocurriendo.
Texto: Marcos Alonso.Ilustración: Pánico". Acuarela. Juan Sánchez Sote
Narración: La Voz Silenciosapuertas sillas hosteleria mobiliario hosteleria calderas precios calderas