Vladimir Kergan, el vampiro protagonista de El Príncipe de la Noche, es implacablemente perseguido generación tras generación por los primogénitos de la familia Rougemont, a los que va derrotando sucesivamente en cada encuentro. Los cazavampiros Rougemont tampoco son los típicos héroes. Son personajes llenos de matices grises, con un lado cruel y sanguinario, que viven torturados por una antigua maldición. La historia comienza en la Edad Media y se extiende hasta los años 30 del siglo pasado. Al relato de los acontecimientos no le falta ni un cliché y, a pesar del excelente dibujo y de la interesante técnica narrativa, con contínuos flashbacks que trasladan la acción a diferentes momentos históricos, adolece de los citados deslices narrativos que en los últimos capítulos de la saga consiguen convertir la trama en una alargada sucesión de tópicos manoseados en la que apenas hay sorpresas. Así, El Príncipe de la Noche, si bien es un comic muy estimable en una línea de lo más tradicional, carga con un perfil excesivamente rígido que a la larga acaba dejándolo en un mero divertimento intrascendente a lo largo de cuyas 300 páginas siempre pasa lo que uno espera que vaya a pasar. Si les apetece una lectura de evasión nada realista, con todos los elementos que se pueden esperar de una BD clásica, esto es, intriga, argumentos retorcidos, dibujo cuidado, violencia y calentón, aunque algo falta de originalidad, pueden dejarse llevar por el mundo de fantasía y aventura de Swolfs. Ni más ni menos.
Fran G. Lara