Hablar de Aphra Behn no es cualquier cosa; es estar hablando de la considerada, ni más ni menos, que la primera escritora profesional de la historia, la primera mujer que pudo ganarse la vida con sus escritos como dramaturga, poeta, novelista (en cursiva pues siendo estrictos no puede ser considerada como tal) y traductora. Y, aunque solo fuese por esto, por las barreras que rompió en este sentido y el camino que logró abrir ya en el siglo XVII a todas las autoras que han venido detrás, ya valdría la pena ser recordada. Dice Virginia Woolf en Un habitación propia, "All women together, ought to let flowers fall upon the grave of Aphra Behn (...) for it was she who earned them the right to speak their minds (...)" ("Todas las mujeres deberían dejar flores en la tumba de Aphra Behn (...) pues ganó para ellas el derecho a expresarse (...)". Pero no es solo este dato el que la hace merecedora de un lugar destacado en la historia de la literatura, sino que además sus escritos supusieron un nuevo planteamiento en cuanto a tono, temática- manifiesto deseo sexual o amor entre mujeres, entre otros- y personajes- Oroonoko, el príncipe africano, por ejemplo- y marcaron el rumbo en la evolución posterior de la novela como género literario, por aquel tiempo todavía inexistente. Aphra Behn nació en torno a 1640, aunque la fecha exacta, el lugar e incluso su apellido no están del todo claros y varían según las fuentes. Tras vivir en Surinam (antiguamente Guayana holandesa) hasta los dieciocho años, regresó a Inglaterra al convertirse el país en colonia holandesa. En Inglaterra contrajo matrimonio- aunque no hay evidencias de ello- con Johan Behn, un rico comerciante de origen alemán que, entre otros productos, comerciaba con esclavos. El matrimonio no la hizo feliz pero al cabo de tres años- su esposo murió o se separaron, no se sabe con certeza- Aphra se vio liberada de las ataduras del vínculo y se incorporó más abierta y ostensiblemente a la vida social de la época de la Restauración. No volvió a casarse pero sí mantuvo varias relaciones tanto con hombres como con mujeres. El rey parece que reparó en ella pues Aphra Behn hizo algún trabajo de espionaje para él en Antwerp. A su vuelta a Londres sus apuros económicos le hicieron pasar una breve temporada en la cárcel y finalmente, y quizá movida por estas deudas que la amenazaban, comenzó a escribir para el teatro. Ya había escrito poesía anteriormente pero ahora era el momento para el teatro, que estaba resurgiendo tras haber estado cerrados los lugares de representación durante el gobierno de Cromwell.
Así comienza Oroonoko con una voz, que puede identificarse o no con la de la propia autora, que manifiesta la intención de narrar de modo honesto la vida de este héroe. Y es que la novella es una simbiosis de forma biográfica y reportaje de Surinam, lugar bien conocido por Behn, conjugando así dos de los elementos muy del gusto de época: las biografías y los relatos exóticos. Y así comienza un relato que sorprende por la ligereza en el lenguaje, que lo hace una lectura fácil y muy amena."No pretendo, al contaros esta historia del príncipe esclavo, entretener al lector con las aventuras de un héroe inventado, cuya vida y fantásticas andanzas se puedan manejar según el capricho del poeta ni, al contar la verdad, planear adornarla con ningún episodio añadido, sino tan solo con aquellos que verdaderamente le ocurrieron."
Oroonoko nos narra la historia de este príncipe, nieto del rey africano de Coramantien y de su amor por la bella Imoinda, amor correspondido y que se mostrará imperecedero ante las pruebas a las que se verán sometidos. El príncipe se presenta como un personaje de increíble atractivo físico, de rasgos europeos, de gran inteligencia, valentía y capacidad de liderazgo además de modales y maneras corteses. Ella, por su parte, de gran belleza y de carácter y fidelidad inquebrantable. La pasión que despierta Imoinda en otros personajes, sin embargo, complicará desde el principio la relación entre ellos dos y sus vidas. A través de la venta de Imoinda como esclava y la posterior captura de Oroonoko, también como esclavo, y su traslado a Surinam, en donde se reencontrarán los amantes, y de las revueltas de esclavos lideradas por Oroonoko- llamado César ahora- puede interpretarse que se realiza una exploración en el tema de la esclavitud. Sin embargo, Aphra Behn no era al parecer manifiestamente anti-esclavista, por ello ciertos críticos consideran un error el hacer esta lectura de la historia aunque reconocen la indudable influencia que Oroonoko tuvo en algunas novelas posteriores de esta temática como la célebre y celebrada La cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe. Puede también entenderse la historia como una referencia a la vida política del momento y un alegato en defensa de la idea, muy arraigada en la escritora, del derecho divino de los reyes y el valor intrínseco de pertenecer a la nobleza o a la aristocrática- recordemos que ambos, Oroonoko e Imoinda, no piensan ni actúan como esclavos sino de acuerdo con la nobleza de su sangre y es este el rasgo que más admira la narradora.
Como vemos, interpretaciones de tipo político, anti-esclavista,... varias son las perspectivas que se pretenden dar a esta novella. Imposible no reinterpretar cada lectura según los tiempos, pero lo que pretendía la autora seguirá siendo una incógnita. Lo que sí podemos dar por cierto es que Aphra Behn deseaba agradar al público, adquirir prestigio literario y vender bien sus obras. Anhelaba fama y éxito, era ambiciosa; ella, una mujer de la segunda mitad del siglo XVII. Y otra mujer, la que esto suscribe, del siglo XXI ha leído con sumo agrado su historia de Oroonoko. Objetivo cumplido.