Para describir las relaciones de pareja se pueden usar diferentes metáforas, una de las comunes suele ser la de los cuentos de hadas, aquellas que describen a la princesa o plebeya que espera encontrar al príncipe azul que la rescate o la lleve a esa relación en la que vivirán “felices para siempre”. He visto que se analiza mucho el papel de la mujer dentro de los cuentos de hadas, pero no conozco un trabajo que haga lo mismo con el papel del hombre.
Pensando en el hombre en esta representación del príncipe de cuento de hadas vemos que dentro de estas historias el hombre siempre tiene que hacer gala de sus rasgos más viriles para lograr no solo conquistar a la mujer sino terminar desposándola. Para poder hacer la comparación entre el cuento y la vida cotidiana, comenzaré por analizar la premisa de la historia. Si pensamos que el hombre que tiene que conquistar a la mujer es un príncipe, tenemos que la figura masculina posee ya un estatus, es decir, posee las características adecuadas para causar admiración, ya sea por la posición económica que tiene o por la posición de poder en la que se encuentra o ambas. Los príncipes modernos, para llamar la atención de la mujer, quizás ya no tienen un castillo enorme, pueden tener un pent-house, un auto (no importa el modelo) un trabajo que de un reconocimiento o la posibilidad de mostrarse superiores ante cualquier otra persona, en pocas palabras, un hombre debe de tener motivos por los cuales presumir y dar pie a sentirse admirado. Claro que deberá mostrar estas características el mayor número de veces que pueda, actualmente lo hacemos pagando la cuenta de los lugares a los que invitamos a salir a la pareja (como buenos caballeros), si estamos con otros de nuestros amigos incluso ellos colaboran a mostrar que podemos ser muy buenos para desempeñar algunas actividades por los que ellos nos admiran y respetan, es decir con todo ello nos empoderamos con una posición de poder y si, muchas veces nos colocamos en un nivel de superioridad.
Cómo buenos príncipes debemos ser capaces de poder enfrentar y manejar todas las situaciones que se nos presenten, desde pelear con otro hombre, con un animal o con un dragón, cualquier acción que pueda reforzar y enaltecer nuestra virilidad y masculinidad será propicia para causar el efecto de admiración que buscamos en la mujer. Actualmente no hay dragones, pero siempre buscamos el modo de mostrarle a le mujer que ella será capaz de contar con nosotros en todo aquello que necesite, que podemos protegerla de cualquier peligro y que la defenderemos, hasta las últimas consecuencias, de todo aquel que ose ofenderla.
Cuando un hombre se sabe y se siente admirado, en entonces que comienza a desarrollar una atracción hacía la mujer, misma que muchas veces es correspondida. Actualmente aún hay algunos espacios en nuestra sociedad que buscan mantener este esquema donde el hombre es fuerte y valiente, como buen príncipe. Pero hay un lado de la historia que aún nos falta por analizar.
El príncipe que es capaz de mostrar su hombría de príncipe valiente tiene, al menos en los cuentos, su vida ya resuelta, no tiene que buscar casa, no tiene que buscar trabajo, pues su posición económica y estatus le permiten tener todas estas complicaciones ya resueltas. Sentimentalmente se encuentra fuertemente ligado al lecho familiar, del cual no sale hasta el momento en que se casa. En varios casos se le permite la libertad que la mujer no tiene, viajes y salidas que una mujer no haría y relaciones ocasionales que se guardan como secreto con el fin de que llegue la mujer indicada para él.
En la actualidad los hombres aún buscamos ser ese príncipe valiente que ayude y proteja a la mujer que amamos o a la que deseamos amar. Ya sea que busquemos ser admirados mostrando nuestra hombría con algún acto valiente, agresivo, osado o mostrado nuestro poder económico o bien, mostrando que, aunque no seamos agresivos podemos dar esa seguridad y tranquilidad que la mujer “necesita”.
Si, como hombres nos tenemos que sentir y saber admirados para que la atracción que tengamos hacia otra mujer sea concreta y correspondida, es decir podamos saber que estaremos con esa mujer y ella con nosotros. El detalle con esta situación es que a veces a nosotros como hombres nos da pie a tener relaciones de pareja con quienes nos admiran por lo que proyectamos, creyendo incluso nosotros mismos que solo somos esa proyección del príncipe valiente, encantador y azul, por lo que podemos tener una o varias relaciones guiados por esta afá de admiración. Se diría que tenemos que reforzar nuestra virilidad con tantas relaciones, pero va más allá de ello, necesitamos reforzar nuestra seguridad interior, nuestra seguridad personal que fortalece nuestra autoestima.
Habrá que ser honesto, como hombres no estamos preparados para llevar el papel del príncipe, se nos ha ofrecido un reino para el cual no se nos ha enseñado como conducir y en la actualidad ese papel esta en desuso, tenemos que aprender un nuevo rol.
Podría ampliar aún más este tema y quizás lo haga más adelante pero esto es un blog, no un libro. ¿Qué mas detalles podrían dar acerca de los hombres que se creen príncipes de cuentos de hadas?