Cuando escuché en la radio que el presidente Raúl Castro hablaría al mediodía para todo el país e informaría de importantes asuntos sobre las relaciones de Cuba y Estados Unidos me imaginé que era algo gordo. Pero no se me ocurrió algo como esto. “Acaban de llegar los 3 que faltaban”, me escribió un amigo al que le pregunté, porque no aguantaba la inquietud. En la media hora siguiente intercambié llamadas y mensajes con algunas personas porque todavía no me lo creía. Era cierto. Volvieron. En el camino pasaron la friolera de 16 años de discursos, tribunas antimperialistas, marchas del pueblo combatiente, mesas redondas, y comités de solidaridad. Y la verdad es que no creo que nada de esto haya sido decisivo. Influyente sí, pero no decisivo.
Lo cierto es que al mediodía Raúl Castro y Barack Obama realizaron discursos simultáneos y anunciaron oficialmente lo que ya se había escurrido por todas partes. Que Ramón, Gerardo y Antonio y Alan Gross habían sido liberados. Pero había mucho más. Tanto como que se desea una embajada de Estados Unidos en La Habana. Tanto como que se está revisando la eliminación de Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Tanto como que el gobierno de Estados Unidos trabajará (o al menos eso dijo su presidente) en la eliminación de las restricciones para el viaje y el comercio que existen hoy en las leyes norteamericanas. Que se acaba el bloqueo, o algo así.
Ahora mismo tenemos demasiadas cosas con las que lidiar emocionalmente, y está bien que así sea. Pero en algún punto tendremos que sentarnos serios a ver qué saldrá de todo esto. Cuba, normalizadas o no las relaciones, no creo que vaya a ser la misma después de esto. Todo parece indicar que dentro de poco la pregunta de si estamos preparados económica y culturalmente como sociedad para el intercambio con Estados Unidos dejará de ser una interrogante para congresos y se convertirá en una cuestión de supervivencia.
Se vienen cambios, de tipo traumático, de los que transforman el panorama de un país radicalmente. Y los ciudadanos cubanos tendremos que tomar parte en lo que sea que ocurra, no como meros espectadores, sino como los tipos (y tipas) que van a estar aquí sufriendo y gozando una realidad que en este minuto no me atrevo ni a sospechar.
No sé si efectivamente es este el principio del fin del bloqueo. No sé por qué los discursos de Raúl Castro y Barack Obama fueron tan distintos (y no me refiero a diferencias retóricas). No sé por qué no ha aparecido una foto de Los Cinco (y otra foto junto a Fidel, de hecho, no he visto ninguna foto ni de René ni Fernando junto a Fidel). Pero sé que hoy un minúsculo grupo de personas están infinitamente felices por el reencuentro. Y sé que otros tantos sentimos que algo se endereza en el mundo.
La liberación de Los Cinco es un símbolo. Un símbolo hermoso, la puerta a un mundo en el que la verdad sea dicha no tenemos la menor idea de lo que nos espera. Si algo saco en claro de todo este día es que la Historia, divertida como ella sola, no avisa; que nada nos prepara para el momento histórico: no suenan trompetas, no caen rayos del cielo, ningún desconocido nos para en la calle y nos dice una frase enigmática y trascendental. Es un día tranquilo, normal, un típico día de diciembre. Y la historia de Cuba está a punto de cambiar.