Este es el séptimo libro que leo de Zafón después de La Sombra del Viento, El palacio de la medianoche, El príncipe de la niebla, Marina, Las luces de septiembre y El Juego del Ángel. Descubrí a este autor con La Sombra del Viento y esta obra me entusiasmó tanto que en el mismo año, en 2008, me leí los otros cinco libros del autor. La trilogía de la niebla me entretuvo, me divirtió, pero nada más. Eran libros demasiado iguales, predecibles y juveniles. Marina también me fascinó. En cambio, El Juego del Ángel me decepcionó. Aun así, la curiosidad era demasiado grande y no pude resistirme. Le pedí el último libro de Zafón a Planeta, que muy amablemente me lo envió a casa el 23 de diciembre.
Después de ver varias reseñas negativas de este libro mis expectativas y mis ganas de leerlo disminuyeron. Sin embargo, al final cogí el libro de la estantería el domingo 8 de enero y lo devolví a su sitio al día siguiente, el lunes 9 de enero, después de haber devorado sus 379 páginas. La historia no me ha dejado huella, no me ha emocionado ni me ha llegado tanto como La Sombra del Viento, pero me ha seducido, atrapado y fascinado mucho más de lo que esperaba.
En esta nueva entrega Zafón vuelve a trasladarnos a Barcelona, una Barcelona llena de sombras, de oscuridad, la ciudad de los malditos. Estamos en el año 1957 y nos reencontramos con Daniel Sempere, que trabaja con su padre en la librería familiar. Está casado con Beatriz y tiene un hijo, un bebé llamado Julián. En la librería trabaja también su gran amigo Fermín Romero de Torres, que ultima los preparativos para su boda con la Bernarda.
El libro está dividido en seis partes: Un cuento de Navidad, De entre los muertos, Volver a nacer, Sospecha, El nombre del héroe y un Epílogo que nos traslada a 1960. La vida de Daniel, su padre y Fermín es tranquila y apacible hasta que un extraño hombre entra en la librería.
A partir de ahí la curiosidad de Daniel y los recuerdos de Fermín crecen con la misma rapidez, atrapando al lector en una trama con un ritmo trepidante, giros inesperados y sorpresas impredecibles que nos obligan a devorar una página tras otra.
La historia está contada a dos voces y en dos tiempos. Por un lado tenemos a Daniel en el presente, en 1957, atrapado por los secretos del pasado, el recuerdo de Isabella, su madre, sus celos por Beatriz, su amor por su hijo, su padre y su gran amigo, los fantasmas del pasado: Julián Carax, Clara, El Cementerio de los Libros Olvidados.
Por otro lado tenemos a Fermín, principal protagonista de este libro. Por fin conocemos su verdadera historia, su pasado. Sus secretos, sus fantasmas, sus pesadillas. El infierno que vivió en 1939, estando prisionero en el castillo de Montjuic. Allí conoció al director de la prisión, el señor Valls, y a dos presos, Salgado y David Martín. Los tres desempeñarán un importante papel en esta historia.
Cuando Fermín cree que ese infierno, esa vida, ese pasado y esa identidad han quedado atrás para siempre, todo vuelve a empezar y con más fuerza que nunca. No quiero desvelaros nada más de la trama. Solo deciros que personalmente la historia de 1939, la de Fermín, me ha gustado muchísimo más que la de Daniel de 1957.
Pero también me ha gustado especialmente la manera en la que se entrecruzan las historias y los personajes, el pasado y el presente, reencontrarme con viejos amigos, descubrir cómo han cambiado sus vidas y cómo vuelven a adentrarse, arrastrando con ellos al lector, en un laberinto lleno de recuerdos, de fantasmas, de secretos, de mentiras, de horrores, pero también de personas valientes, generosas y, por encima de todo, de amigos.
Con emoción, intriga y tensión estos personajes entrañables, a los que se les coge muchísimo cariño, que resultan cercanos, únicos, irrepetibles e inolvidables se dejarán llevar una vez más por la magia de los libros.
Unos libros basados en la realidad, una realidad triste, dura, injusta, cruel, dolorosa, inhumana, desalmada, pero también esperanzadora, solidaria, intensa, apasionada, amigable, cercana y desinteresada. Estos personajes, todos, son humanos y precisamente por eso no son perfectos. Son capaces de lo mejor, pero también de lo peor cuando se dejan arrastrar por sus pasiones, por sus miedos, por sus fantasmas y por sus sombras interiores.
Solo puedo ponerle una pega a este libro y es su final. Un final totalmente abierto, especialmente en la historia de Daniel, ya que la de Fermín queda más cerrada, que me ha dejado con ganas de más, de mucho más. Con ganas de saber qué les deparará el destino a Fermín, a Daniel, a su padre, a Beatriz, al pequeño Julián y a todos aquellos que conocen al prisionero del cielo.