"El problema consiste en tener inspiración y ganas de hacer cosas." Entrevista a Eric Rohmer
Publicado el 28 marzo 2011 por Lilikpor Carlos F. Heredero
Noviembre 2004
A sus 84 años, el director de los «Cuentos Morales», las «Comedias y Proverbios» y los «Cuentos de las Cuatro Estaciones» ha emprendido lo que parece configurarse como una nueva serie, dedicada a lo que el llama «Tragedias de la historia».
«Triple Agente» (2004) es el segundo fruto de este programa, inaugurado en 2001, con «La Inglesa y el Duque». Nos acercamos hasta el despacho parisino de la «Compagnie Eric Rohmer» para conversar con Jean Marie Maurice Schérer, y alli nos recibe un juvenil octogenario que se presenta como un «dandy» diletante. Su deportivo Lacoste y su coqueto pañuelo anudado al cuello anuncian la plena y activa vivacidad de su reflexión intelectual, al mismo tiempo que contrastan con la ya visible fragilidad física de su cuerpo. Con toda disponibilidad, nos ofrece algunas jugosas reflexiones sobre el conjunto de su obra y sobre las motivaciones que bullen bajo la sugerente «Triple Agente», de la que puede leerse una critica en el numero 336 (julio-agosto, 2004) de «Dirigido por».
-Para empezar, cuéntenos de dónde proviene el seudónimo de Eric Rohmer, puesto que su verdadero nombre es Jean-Marie Maurice Schérer...
-En el cine son habituales estos cambios de nombre. El de Eric Rohmer, en concreto, es un anagrama de Maurice Schérer. Yo era profesor de literatura en mi juventud y tenía bastantes alumnos. Soy de una familia de la provincia de Alsacia, de mentalidad tradicional, a la que no le gustaba que abandonara mi oficio de profesor, así que, para escribir de cine y para moverme en este mundo, me sentía más libre con el seudónimo, que a la vez me parecía más bonito y más armonioso.
-Usted ha cumplido ya ochenta y cuatro años y sigue trabajando con una constancia y una fertilidad que son prácticamente excepcionales en el cine contemporáneo. ¿A qué atribuye esta fructífera continuidad...?
-La constancia es una cosa, pero se necesita también la fuerza física para poder continuar, porque no siempre me resulta fácil. La mayoría de mis películas con tema contemporáneo me han exigido mucha energía física. En La rodilla de Clara estaba siempre subiendo por las montañas, y rodar en las calles de París resulta también muy cansado. Estas dos últimas películas, por el contrario, al estar hechas con un equipo más numeroso, en estudio de rodaje y con más medios, me han fatigado menos. El problema consiste en tener inspiración y ganas de hacer cosas.
-Pero usted no ha dejado de inventar nuevas historias y su imaginación se mantiene con envidiable fertilidad...
-Hay algunos escritores muy prolijos, pero yo no soy de ese tipo. Estoy en la categoría de los que hacen un número de obras más restringido. Hablo de escritores, porque yo escribo mis propias historias, y resulta más difícil escribir cada vez una historia distinta que realizar películas sobre obras ya existentes o en colaboración con otro guionista. Si quisiera adaptar libros tendría mayores posibilidades y no sería tan arduo, pero contar una historia que no se parezca a las demás, y que aporte algo realmente novedoso, es más difícil.
-Así que piensa continuar al mismo ritmo...
-Tengo algunas ideas más, pero tampoco son infinitas. De momento, no he dicho todavía mi última palabra, aunque creo que tampoco estoy muy lejos de ello. Hablando sinceramente, no creo que pueda seguir rodando hasta la edad de mi colega portugués, Manoel de Oliveira, que es un verdadero fenómeno. Por otro lado, él trabaja con varios colaboradores, y a veces se inspira en novelas, pero a mí me gusta trabajar solo, y por eso me resuta más difícil.
-En un libro que escribió sobre Mozart y Beethoven, y a propósito de una sonata, decía «la diversidad nace de una voluntad inicial de unidad» y que «la riqueza expresiva es fruto del despojamiento». Estos son atributos que también se pueden predicar de su filmografía, ordenada en series unitarias de gran diversidad interior y de una admirable ecología expresiva...
- Allí hablaba de Mozart. En lo que a mí atañe, es cierto que busco la unidad y la variedad. Dada la unidad de los distintos conjuntos, necesito una diversidad de motivos. Si parto de un tema común, por ejemplo, quiero que los paisajes sean diferentes. Esto es sumamente importante para mí. Ingmar Bergman muestra paisajes bastante parecidos en la mayoría de sus obras, pero, al mismo tiempo, tiene más variedad en sus historias. Yo cuento historias que se parecen más entre ellas, pero que suceden en ámbitos distintos. En esto me acerco a la influencia de Balzac, que contaba historias similares, pero situadas en entornos completamente distintos: burgueses, campesinos, nobles, parisinos, gente de la provincia. Con Triple agente retomo algunos temas y ciertos tipos de personajes que me interesan, pero cambio radicalmente de época, y así combino unidad y variedad.
-Las historias de todas sus películas transcurren siempre en presente, lo que se mantiene incluso en sus films de tema histórico. No existen los «flashbacks» y nunca se muestra el pretérito. Parece como si pensara, al igual que José Luis Borau en España, que la lengua del cine sólo se puede conjugar en presente...
-Este es un debate que el cine vivió en los años sesenta, en la época de Resnais y Robbe-Grillet, con películas como El año pasado en Marienbad , donde había una mezcla del presente con el pasado. Yo estaba en contra. Creo que la imagen cinematográfica debe estar siempre en presente y que no se puede confundir una imagen real con una imagen virtual que sólo existe en la mente. No se pueden confundir imaginación y percepción. La imagen del cine es el presente, porque la cámara no puede examinar los detalles que uno no ve. Desde el punto de vista filosófico, soy contrario a la expresión del pasado en el cine. Me interesa mucho más tratar de visualizar lo invisible a través de lo visible que tratar en vano de visualizar lo invisible. El pasado no se puede ver y, para mí, tampoco se puede filmar.
- La meteorología es muy importante para la historia y la dramaturgia de sus películas. Ha llegado a decir, incluso, que si no consultara al hombre del tiempo, no podría rodar. ¿A qué se debe esta particular obsesión...?
-Necesito filmar cosas que sean de verdad y no me gusta lo falso. No me gusta la lluvia artificial, por ejemplo, así que yo mismo acostumbro a hacer mis propias previsiones. En La rodilla de Clara hay unos planos con lluvia real, porque la lluvia trucada no me parece natural y, además, impide que los actores se puedan mover con naturalidad. Prefiero una lluvia más fina y, sobre todo, real. En La Boulangère de Monceau la lluvia apareció durante el rodaje y decidí utilizarla dentro de la historia. Por eso el personaje dice que la lluvia le obligó a refugiarse en el portal. En Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle , una de las chicas pregunta a los campesinos si iba a llover, ellos le contestan que no, pero finalmente (como yo preveía) empezó a llover y me interesó mucho rodar esa escena en condiciones reales. Continuar leyendo en Revistas Culturales