Por último, está la resistencia a la novela, o cuando menos, el problema de la novela. Es una cuestión que surge a menudo en las entrevistas: ¿va a escribir una novela? Ahora que se acerca progresivamente a las formas de la novela, ahora que el tema novelesco surge explícitamente en lo que usted escribe, ¿cuándo se decidirá a escribir una novela? Vamos, estrénese, una expresión que, como nos recordaba Gide, se aplica por igual a “ir por primera vez al burdel” y a “hacer la primera comunión”. ¿Cuándo va a estrenarse? ¿Cuándo escribirá una novela? Me apetece mucho escribir una novela, y cada vez que leo una novela que me gusta, tengo ganas de escribir una, pero me parece que hasta ahora me he resistido a ciertas operaciones supuestamente de la novela. Por ejemplo, la capa, lo continuo. Me pregunto si se podría hacer una novela mediante aforismos, con fragmentos. ¿Y en qué condiciones? Porque a fin de cuentas, ¿no es el ser mismo de la novela una cierta continuidad? Creo que existe una resistencia por ese lado. La segunda resistencia sería la relación con los nombres, con los nombres propios; no sé, no me veo capaz de inventar nombres propios, y creo en serio que toda la novela está en los nombres propios —me refiero a la novela que yo leo, desde luego, y lo he dicho, además, a propósito de Proust—. Por el momento, tengo cierta resistencia a inventarme nombres; al mismo tiempo, siento un enorme deseo de inventarlos. Tal vez escriba una novela el día que haya conseguido inventar los nombres propios de esa novela. He pensado durante mucho tiempo que había una tercera resistencia: emplear el “él”, ese “él” de la novela, el personaje en tercera persona; pero he empezado a aclimatar ese problema mezclando el “yo” con el “él” en Barthes por sí mismo. En cuanto a la relación entre la figura del pensador y la figura del novelista, habría que recordar aquí el caso de Sartre, cuya figura se impone ineluctablemente como la de un “pensador” y que, sin embargo, escribió varias novelas; pero no se impuso como novelista.
Roland Barthes
Actas del coloquio de Cerisy, 1978
Traducción: María José Furió Sancho
Editorial: Paidós
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¿Qué novelas habría escrito Barthes? Era algo de lo que hablaba cada vez con más frecuencia, en público y en privado. Ignoro si entre sus papeles se encuentran algunos borradores o fragmentos. De lo que sí estoy seguro, en todo caso, es de que no iban a ser ni Las gomas ni Proyecto… Barthes declaraba que sólo era capaz de escribir “auténtica novela”, y hablaba de sus problemas con el pretérito indefinido y con los nombre propios de los personajes, En un viraje todavía más acusado que los anteriores, parecía que el paisaje literario, entorno a él, volvía a ser el del siglo XIX…
Y después de todo, ¿qué debería impedirlo? No debemos definir a priori el sentido de una indagación. Y Barthes poseía suficiente sutileza y astucia para transformar de nuevo esta supuesta auténtica novela en algo nuevo, desconcertante, irreconocible.
Alain Robbe-Grillet
El partido de Roland Barthes, 1981
Traducción: María José Furió Sancho
Editorial: Paidós
Foto: Roland Barthes