El problema del conocimiento

Publicado el 11 noviembre 2019 por Carlosgu82

Alguien se pregunta cómo puede estudiarse el cerebro con el propio cerebro. Es el clásico problema del conocimiento que ningún pensador ha resuelto y separó las filosofías de Hegel y de Kant. Para el primero, ninguna filosofía puede empezar por una teoría del conocimiento, pues solo se puede estudiar la percepción y el pensamiento con la percepción y el pensamiento (en eso tiene razón). Es como si un telescopio se viera a sí mismo o alguien aprendiera a nadar sin echarse al agua. Para Kant, tener una ciencia segura es imposible si no sabemos cuáles son los alcances de nuestro conocimiento (en eso también tiene razón, por eso nuestra ciencia no es segura).
Podemos plantear el problema así: solo puedo estudiar el conocimiento en otra persona o en mí. Si lo estudio en otro, por ejemplo, cómo ven sus ojos, cuáles centros cerebrales se activan cuando piensa, etc. estoy dando por un hecho que puedo conocer un mundo real, externo a mí. Puedo decirle a alguien que identifique unos colores o sonidos que le muestro. La persona lo hace, se va de la habitación y concluyo que los objetos que identificó son independientes de ella, por tanto reales, y que si me voy del recinto, esos objetos quedarán porque también son independientes de mí. Eso pensamos cuando utilizamos el sentido común. Hay un mundo real, independiente de nosotros, que ha seguido las mismas leyes por millones de años.
Si estudio el conocimiento en mí, me pregunto, por ejemplo, cómo puedo ver la Luna que está a 384000 km de distancia. La luz que parte de ella ha viajado por esa distancia, atravesado materia oscura, luego la atmósfera, impresiona mi retina y, por un proceso complicadísimo que incluye reacciones electroquímicas a través de mi retina y mi nervio óptico, llega al centro visual de mi cerebro, que está en la parte posterior de este. Concluyo que lo único que puedo ver es una imagen de la Luna que está en mí y no la Luna misma. Que tal vez la Luna sea solo un fenómeno (Kant) para mí y que la cosa en sí que lo produjo es inalcanzable para mi percepción. Pero para llegar a esa conclusión debo dar por hecho que la Luna está a 384000 km, que la luz del Sol rebota en ella, que impresiona mi retina, etc. O sea, tengo que dar por un hecho que conozco cosas que deben ser imágenes en mi cerebro. Algunos han terminado pensando que hasta el propio cerebro es una imagen y que somos un espíritu que produce sus propias percepciones (idealismo que desemboca en solipsismo, solo yo existo). También un materialista como Hobbes llegaba a una conclusión parecida, pues afirmaba que las percepciones eran imágenes en el cerebro, o sea, de su cerebro no podía salir al igual que un idealista no puede salir de su conciencia, lo que hace imposible el conocimiento científico. Pero tanto idealistas como solipsistas y materialistas escriben libros con la esperanza de que otros los lean. O sea, tienen la fe de que haya otras conciencias capaces de conocer sus obras. Así, Leibniz escribió miles de cartas para comunicar que la comunicación entre almas (mónadas sin puertas ni ventanas) era imposible y solo se podía explicar por una armonía preestablecida.