Cuantas veces la existencia del ser humano, se convierte en una fuente inagotable de problemas que aparecen sin que nadie los quiera, mientras que las soluciones se buscan con gran insistencia, sin que en muchas ocasiones, haya forma de encontrarlas a pesar de que lo intentemos, poniendo en ello la máxima dedicación y esfuerzo.
La mente crea los problemas, luego, depende en gran medida de nosotros, que los solucionemos o sigamos cebándolos como a los cerdos antes de la matanza, para que se críen gordos, fuertes y resistentes, y en consecuencia, sea mucho más complicado poder solucionarlos.
¡Qué fácil y estupenda sería la vida de las personas si no existieran los problemas! Puede que esto sea cierto, pero en verdad, es algo que se nos antoja como irreal. Los seres humanos, de una forma u otra siempre tenemos problemas que resolver, y siempre los seguiremos teniendo, ya que en muchas ocasiones nosotros nos los creamos, unas veces sin intención, fruto de nuestra propia torpeza, y otras con ella, al final, de una u otra forma nosotros mismos somos el problema.
Hay problemas que no tienen solución, al menos de forma inmediata, quizás en el futuro puedan resolverse, pero no ahora, por lo tanto, mejor es en ese caso buscar el momento oportuno para solucionarlos. A los que desde luego, si hay que encontrarles solución, son a aquellos que la tienen de forma más o menos inmediata. Esos hay que tratar de solventarlos con la mayor diligencia posible, encararlos de frente y no dejar para mañana, lo que hay que hacer hoy, y mucho menos esperar a que sean otras personas las que tengan que buscar la forma de resolverlos, algo que sin duda, a nosotros nos corresponde.
Es importante evitar la acumulación excesiva de problemas en el cajón de asuntos pendientes, pues si lo llenamos en demasía, no dejamos sitio para que entren en él, las soluciones que tanto necesitamos.
Hay quienes de forma permanente, tratan de resolver los problemas de los demás, pero no son conscientes (y si lo son, se hacen los locos) de que muchas veces, lo que realmente están haciendo es invadir sin miramientos la intimidad del prójimo, y lo mismo da que sus intenciones sean buenas, con eso no basta, hace falta tener el tacto suficiente para darse cuenta de ciertas sensaciones que no todos tienen la capacidad de percibir.
Se da también el caso de que muchos solucionadores habituales de problemas (o aspirantes a resolverlos), no saben solucionar los suyos cuando se les presentan, y volvemos a aquello tan conocido de saber predicar con el ejemplo, para que no se den circunstancias tan incongruentes, como las del dermatólogo calvo que trata de aconsejarte el último tratamiento contra la caída del cabello, el nutricionista gordo que te indica la dieta ideal para adelgazar, o el profesor de educación física que nunca hace deporte (ni tan siquiera se pone el chándal en la clase, aunque tan solo sea por cuestión de imagen) y les explica a sus alumnos lo bueno que es el ejercicio físico para la salud, y así podríamos seguir hasta mañana.
Problemas y soluciones. En ocasiones hermanos, pero en otros muchos momentos, enemigos irreconciliables.
Fran Laviada