El problemático lodazal de los sedimentos de los embalses

Por Ireneu @ireneuc

Embalse colmatado de Valdeinfierno

Que el agua es un bien escaso, es uno de aquellos mantras que la gente, sobre todo en el área mediterránea, conocemos bien. La calor y esas sequías veraniegas que muchas de las veces acaban por afectar el suministro de agua corriente, nos hacen tomar conciencia de la necesidad del valor del agua y es por ello que, cuando vemos que se producen grandes crecidas en los ríos debido a una temporada de lluvias extrañamente alta, no son pocos los que se lamentan de que ese agua se vaya directa al mar. Pantanos, azudes, represas... los ríos cada vez están más explotados fruto de la exagerada necesidad de agua corriente de la sociedad moderna y, si no fuera por la presión popular, estaría tan aprovechada que no llegaría ni una gota al mar, como de hecho pasa en no pocos ríos pequeños...o no tan pequeños. Sin embargo esta política de hacer presas a diestro y siniestro para retener el agua -por mucho que haya gente a la que le guste- tiene doble filo y, justamente, esta obsesión acaparadora está provocando el fenómeno contrario: que nos quedemos sin agua. Estoy hablando de la colmatación de los embalses.

Bajíos del Segre en Riba-roja

Un río es, por definición, el desagüe natural de las aguas que caen en el continente. Ello significa que, además de su papel de acequia natural dando vida allí por donde pasa, esa agua lava, a la vez, el producto de la erosión del continente: los sedimentos. En una situación normal, el cauce de los ríos, transporta los sedimentos generados en su cuenca y los deposita en el mar, donde forma deltas y llena los fondos marinos que, con el tiempo, acabarán formando nuevas montañas. ¿Y donde van todos estos sedimentos si los ríos no son capaces de llevar su carga hasta el mar? Efectivamente, quedan retenidos en los embalses que hay en medio.

Rara foto del Ebro llevando tierra al mar

Conocido es el efecto sobre los deltas de la retención de la tierra que hacen las presas, y en su momento ya le dediqué un artículo al brutal retroceso del delta del Ebro debido a ello (ver El Faro de Buda o la crónica de la muerte de un delta), sin embargo, resulta muy poco conocido el efecto que estos sedimentos tienen en los pantanos, los cuales pierden capacidad a marchas forzadas y a velocidades endiabladas. Pero claro... como el problema está bajo el agua, nadie lo ve y nadie le hace caso. El problema es mucho más serio de lo que pueda parecer y de una solución prácticamente imposible.

Embalse de Cordobilla

En el año 1953 se inauguraba el pantano de Cordobilla en el cauce del río Genil. Con sus 34 hm3 (3 veces el pantano de Flix), este embalse permitía el riego de más de 15.000 hectáreas de cultivos del campo andaluz.¿Sabe cual es su capacidad a día de hoy? Unos paupérrimos 0'5 hm3. O lo que es lo mismo, que en este período de tiempo el pantano ha perdido el 98.5% de su capacidad. Y no piense que es una cosa extraordinaria: el de Doña Aldonza (23 hm3) ha perdido el 96%, el de Pedro Marín (19 hm3) ha perdido el 95% y a ellos tendríamos que sumar infinidad de pequeños pantanos que han quedado absolutamente colgados de tierra, produciendo enormes pérdidas a los regantes y propietarios de las represas. Y esto solo son los que vemos.
Efectivamente, los embalses más grandes, en tanto que son más grandes, acumulan más agua y, por tanto, son una trampa más grande para unos sedimentos que no pueden superar la presa por finos que sean. El ejemplo más claro es el del pantano de Mequinenza, que con 1.533 hm3 de capacidad, es el más grande de la cuenca del Ebro. 

Terradets del 1957 al 1982

Este embalse, construido en 1964 en el cauce del río Ebro contiene en su interior la nada despreciable cantidad de 200 hm3 de sedimentos acumulados por el río en poco más de 50 años. ¿Le parece poco? Pues sepa que con este volumen de gravas, arenas y lodo robados al delta del Ebro se podrían llenar hasta el ras dos embalses como el de Oliana o cuatro veces el embalse de Riosequillo. E igual que este, los más de 200 pantanos que retienen la cuenca del Ebro o los más de 1.000 que hay repartidos por toda la geografía española, algunos de los cuales, como el de Terradets, han llegado a formar auténticos sistemas deltaicos (con su flora y fauna correspondiente) en el interior del embalse, reduciendo su volumen de agua en más de un 30%. Nada lo del ojo y lo tenía en la mano.

Delta del Noguera Pallaresa en Terradets

La solución a este problema no es ni fácil, ni sencilla y, ni mucho menos, barata, aunque seguro que a alguno se le habrá ocurrido la genial idea de dragar los pantanos y, así, fuera el problema. Pues bien...¿sabe usted cuantos camiones de 25 toneladas de carga se necesitarían para sacar los lodos del pantano de Mequinenza? pues tan solo 13.600.000...y si cada minuto se cargase uno, lo tendríamos vaciado en unos breves 25 años. ¡Facilísimo!

Nada de este barro llegará al mar

La problemática no es baladí, y si bien existen posibilidades de dragado o recuperación de capacidad en el caso de embalses pequeños, la solución efectiva pasa por reducir la erosión de la cuenca -disminuyendo los cultivos y la desforestación- y por el vaciado periódico de los embalses utilizando las compuertas de fondo, que arrastrarían buena parte de los sedimentos y los volverían a poner en movimiento. El inconveniente es que, por un lado, dejar los cultivos no es una opción, la reforestación de las cuencas es una utopía, y el vaciar los embalses -con lo que implica de dejar de producir electricidad o dejar de tener agua para regar, la industria, el turismo, beber, etc.- una auténtica misión imposible.
En definitiva, el hombre ha pensado que los ríos son su grifo particular y no ha tenido en cuenta el hecho de que es un sistema natural, con sus dinámicas particulares totalmente al margen de los intereses humanos. Esto significa que si no hacemos las cosas jugando a favor de la naturaleza (dejando caudales libres, retirando presas obsoletas y racionalizando el consumo de agua), la propia naturaleza acabará por quitárnoslo.
...y lo está haciendo.

El Relleu (Alicante) colmatado. El fatal destino de todos los embalses


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