Escribía el historiador Enzo Traverso en su obra El Pasado. Instrucciones de uso, que la Historia partía de la memoria, para posteriormente disociarse de ésta y establecerse como una disciplina autónoma. No obstante, el mismo Traverso añadía que la memoria no era estática, sino que fluctuaba y dependía de los tiempos en los que se viviese. Así, si bien la Historia contaba con otras fuentes y componentes a la hora de realizar sus estudios, la memoria constituía uno de los principales elementos a tener en consideración a la hora de ejercer su práctica.
Sin salir del ámbito de la obra de Traverso, el historiador italiano también hacía referencia sobre los usos políticos sobre el pasado, más concretamente sobre la Historia y la memoria. En este sentido, Traverso argumentaba que, tanto los recuerdos personales y colectivos como los estudios sobre el pasado se veían influenciados en gran medida por el momento político de ese momento.
El fin de la Guerra Fría y la caída del bloque socialista produjeron un cambio de paradigma que aún actualmente se nota en todos los ámbitos de la política, economía, sociedad y cultura. Probablemente todos los estados europeos experimentaron un proceso de cambio profundo sobre aquello que había sido su pasado más reciente. Sin embargo, fue en el país de origen de Traverso, Italia, en donde el cambio de paradigma y la entrada en el Nuevo Orden Mundial producirían mayores confrontaciones entre la política, la historia y la memoria.
De 1918 a 1943: mismo espacio geográfico, diferentes reivindicaciones
Durante la Guerra Fría existieron dos países por excelencia que hicieron del antifascismo uno de sus elementos legitimadores de sus proyectos estatales: Yugoslavia e Italia. El destino geográfico deseó que ambos estados compartieran una frontera que hasta 1918 había estado encuadrada dentro del Imperio de Austria-Hungría, esto es la zona de Venecia-Julia y la Península de Istria.
Ese espacio geográfico, que ahora se divide entre la Italia, Eslovenia y Croacia, era habitado mayoritariamente por población de habla eslovena, croata e italiana, especialmente por los dos últimos grupos. El fin de la I Guerra Mundial, la desintegración del Imperio Austro-húngaro, la formación de Yugoslavia como estado y el sentimiento de victoria mutilada en Italia darían como resultado un conflicto fronterizo por el litoral austriaco que ha dejado una profunda impronta en la memora colectiva de los tres países referenciados anteriormente.
Cuando Italia accedió a entrar al lado de la Entente en la Primera Guerra Mundial, lo hizo tras haber firmado el Tratado de Londres de 1915, por el cual Italia recibiría compensaciones territoriales en la zona de Venecia-Julia, Istria y Dalmacia. Así, en las negociaciones de paz tras el fin de la IGM, el ejecutivo italiano tenía el objetivo de cobrarse aquello que se le había prometido. El problema era que aquellas reclamaciones territoriales entraban directamente en conflicto con las pretensiones del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos –posteriormente Reino de Yugoslavia–, que aspiraban también a ejercer su influencia sobre dichos territorios. Finalmente, el gobierno italiano consiguió hacer prevalecer su posición, y a través del Tratado de Rapallo de 1920 y el Tratado de Roma de 1924, Italia conseguiría parte de sus objetivos territoriales en los Balcanes, ya que controlaría todo el litoral austriaco, esto es, toda la península de Istría y la zona de Carniola, que en la actualidad pertenecen a Eslovenia.
Como no podía ser de otra manera, estos cambios fronterizos resultaron en una política de italianización en las nuevas fronteras orientales italianas. Se debe considerar que, según los datos del censo austriaco de 1910, de las 404.309 habitantes de Istria, el 41,6% hablaban croata como primera lengua, el 13,7% esloveno y el 36,5% italiano. Así las cosas, la mayor parte de la población era de habla eslava, mientras que los habitantes de habla italiana eran una minoría destacada. Por consiguiente, para obtener una verdadera italianización de aquel espacio geográfico no había movimiento más preparado que el fascismo italiano.
En sus inicios, el fascismo fue un movimiento especialmente anti-eslavo. Más aún, dos de los momentos cruciales para la formación del fascismo como verdadero movimiento organizado de masas tuvieron relación directa con acciones xenófobas contra eslovenos y croatas. Por un lado, la empresa de Grabiele D´Annunzio en el Fiume en 1919. Por otro lado, la quema del Narodni Dom en Trieste un año después. En relación con el primer acontecimiento, ante la posición dubitativa de los aliados a conceder a Italia sus pretensiones territoriales en los Balcanes, el aventurero Gabriele D´Annunzio decidió trasladarse con sus hombres a Fiume e instaurar una regencia con el objetivo de convertir la actual Rijeka en un territorio del Reino de Italia. Mussolini quedó gratamente sorprendido por la demostración de fuerza de D´Annunzio, y un año después decidió llevar a cabo su propia acción antieslava con la quema del Narodni Dom esloveno en Trieste. Este hecho supuso el bautizo de fuego, nunca mejor dicho, del fascismo como movimiento de masas capaz de llevar a cabo sus objetivos a través de acciones callejeras y violentas.
Así las cosas, cuando el fascismo subió al poder en 1922 y lo agarró definitivamente en 1925, los eslovenos y croatas que vivían en Italia no podían más que temer por su situación. Y en efecto, así ocurrió. La campaña de italianización del antiguo litoral austriaco comenzó pronto. Para el fascismo italiano, los eslavos eran un pueblo inferior a los italianos y como tales deberían ser obligados a abandonar su cultura y tradiciones para adoptar las italianas. En un primer momento, la italianización se centró en el terreno de la cultura y el idioma. El italiano reemplazó al esloveno y croata como lenguas vehiculares en el sistema educativo y de administración y posteriormente ambas lenguas eslavas fueron prohibidas definitivamente. Más tarde, se italianizaron los topónimos, nombres y apellidos de los eslavos residentes en Istria y Carniola. Y eventualmente, organizaciones políticas y económicas eslavas fueron liquidadas y prohibidas.
Esta política de italianización sería implementada hasta 1943, año en el cual se firmó el armisticio entre Italia y los aliados. No obstante, más de 20 años de fascismo e italianización en la zona dejaron preparado el terreno para la Masacre del Foibe y el Éxodo Istriano.
Le Foibe y el Éxodo Istriano
Naturalmente que la población eslava no se quedó de brazos cruzados mientras el fascismo italiano los reducía a ciudadanos de segunda categoría. Ya en 1927 se formó la Revolucionarna organizacija Julijske krajine para luchar contra la italianización de las zonas del litoral austriaco. No obstante, la verdadera respuesta efectiva al fascismo no se daría hasta la apertura del frente yugoslavo en 1941 y la acción de los partisanos liderados por Tito y Kardelj. Los partisanos yugoslavos consiguieron alzarse con la victoria final en el frente yugoslavo, derrotando a los chetniks de Mihailovic, a los ustasa de Pavelic, a los nazis y a los fascistas. Para este artículo, lo que interesa fueron las consecuencias que la victoria partisana yugoslava trajo a las zonas de Istria y Carniola.
Tras más de 20 años de italianización y fascismo en la zona del litoral austriaco, los partisanos yugoslavos estaban dispuestos a ajustar cuentas con aquellos que habían perseguido a la población eslava y habían forzado a los eslavos de esa zona a vivir como subordinados a los italianos, ya fuese a aquellos que vivían allí antes de 1919 o a aquellos que llegaron posteriormente para reforzar y profundizar la italianización del área geográfica. Ese ajuste de cuentas se llevó a cabo a través de dos acontecimientos históricos: las masacres del Foibe y el Éxodo Istriano.
En lo referente a la Masacres del Foibe, éstas tuvieron lugar entre 1943 y 1945. En términos geográficos una foiba se puede definir como un tipo de accidente kárstico de tipo sima, dolina o sumidero, de origen natural y profundo, que aparece por derrumbe de una parte del techo de roca por encima de un vacío. Allí, en esos lugares, los partisanos yugoslavos decidieron arrojar a un número indeterminado de cadáveres que en su mayoría apoyaron al régimen fascista italiano. Ni todos los arrojados a las foibas eran italianos, ya que también había colaboradores eslovenos y croatas, y tampoco todos los lanzados en esos accidentes kársticos eran colaboradores fascistas, sino que algunos era simples civiles que fueron acusados de espías o civiles que poco o nada tenían que ver con el fascismo. El número final de víctimas de estas masacres es desconocido, aunque oscila entre los 5.000 y las 10.000 personas, lo que está muy lejos de la cifra de 50.000 que en ocasiones se da en los medios italianos.
Más polémico resultó el éxodo de la población italiana residente en Istria y Carniola en los últimos momentos de la II Guerra Mundial y especialmente en los primeros años de la posguerra. Según los datos que se manejan, que como en el caso de las foibas son imprecisos, el éxodo de población italiana de la zona de Istria y Carniola afectó a entre 40.000 y 350.000 personas de habla italiana. Naturalmente, este éxodo vino motivado, como el caso de las foibas, por 20 años de fascismo e italianización de los territorios de Istria y Carniola, a lo que se le debe añadir las tropelías cometidas por las tropas fascistas en el frente yugoslavo durante la guerra y al hecho de que la población italiana no veía con buenos ojos que estuviesen encuadrados bajo la nueva estructura yugoslava. Pero también, debe ser añadido, que las autoridades yugoslavas hicieron muy poco por evitar dicho éxodo y que la población eslava local tomó la oportunidad para vengarse por 20 años de represión italiana. En cualquier caso, el trasvase de personas desde el otrora litoral austriaco hacia otros puntos de Italia no se puede catalogar de limpieza étnica ya que, al menos a día de hoy, no existen pruebas documentales que demuestren que las autoridades yugoslavas organizaron dicha expulsión.
Así, la experiencia italiana en Istria y Carniola, tierras que el nacionalismo italiano había catalogado como “irredentas” , duró poco más de 25 años, todos ellos marcados por el sello del fascismo italiano y la xenofobia hacia eslovenos y croatas.
Il Giorno del ricordo y el revisionismo del pasado
Poco se habló sobre el Éxodo Istriano en la Italia que nació tras la II Guerra Mundial. Y se habló poco precisamente porque, al igual que habían hecho el resto de los eslavos de la zona y las nuevas autoridades yugoslavas, los italianos y sus autoridades asociaban a los italianos istrianos como meros colaboradores fascistas. Naturalmente, eso no era cierto, ya que no todos los istrianos italianos habían colaborado directamente con el fascismo. No obstante, y al igual que sucedió en Italia, era imposible que hubiese algún italiano adulto de la zona de Istria y Carniola sin vínculos con la ideología que dominó a Italia por más de 20 años. Aún así, todo aquel asunto era un pantanal con demasiado fango para un ejecutivo italiano que deseaba romper radicalmente con el fascismo de la época anterior y establecer buenas relaciones con su vecino oriental, que a partir de 1948 se convirtió en un aliado en la batalla que se libraba contra la Unión Soviética y el bloque socialista.
No sería hasta el fin de la Guerra Fría cuando el asunto volvería a tener cierta relevancia política y mediática. Con una Yugoslavia que se desintegraba de forma sangrienta y con el bloque socialista rompiéndose a pasos agigantados, era un buen momento hablar de memoria histórica, y de paso ajustar cuentas históricas con aquellos que habían sido vencedores de la II Guerra Mundial en el frente oriental y balcánico. En este sentido, en 1995 comenzaron los primeros intentos de aprobar una ley que reconociese la memoria de los istrianos italianos y los arrojados a las foibas. Fueron necesarios nueve años hasta que, en 2004, se aprobó la Ley n. 92, en donde se reconocía la memoria de las víctimas, la aprobación de reparaciones económicas y condecoraciones y especialmente el establecimiento del día 10 de febrero como día oficial del recuerdo, en italiano Giorno del ricordo.
Desde el momento de su instauración, el Giorno del ricordo ha resultado ser tremendamente polémico en Italia. En primer lugar, por su fecha de celebración. Se decidió que la memoria de las víctimas debía ser honrada el día 10 de febrero, el cual coincide con la firma del Tratado de Paz de París de 1947, por el cual Istria, Carniola y la mayor parte de Venecia-Julia fueron asignadas a la soberanía yugoslava. En cierto sentido, al establecer la jornada en tal fecha, las autoridades italianas están sugiriendo que esos territorios fueron asignados injustamente a Yugoslavia y que deberían haber sido entregados a Italia porque Istria, Carniola y toda la Venecia-Julia eran realmente italianos.
Sin embargo, las polémicas más duras se han dado en el terreno cultural, político e historiográfico. En el plano cultural, justo un año después de que il Giorno del ricordo fuese instituido por ley, se estrenó la película el Cuore nel pozo, una película que trataba el éxodo italiano del litoral austriaco y las Masacres del Foibe. Dirigida por Alberto Negrin, el filme presenta una visión totalmente maniquea, en la cual se blanquea el legado histórico de los italianos hasta el punto de ni mencionar el fascismo y se denigra hasta el extremo máximo a los eslavos –ni tan siquiera se hizo el esfuerzo de denominarles yugoslavos–, dibujándoles como seres despreciables que harán cualquier cosa –como quemar un orfanato, por ejemplo– con tal de obtener su objetivo: la expulsión de los italianos de Istria y Carniola en un plan perfectamente trazado –algo que no está probado documentalmente– y lanzar a las foibas al mayor número de italianos posible.
Naturalmente, las falsificaciones de la película Cuore nel pozzo llevaron a políticos, organizaciones y autoridades eslovenas y croatas e italianas –en este caso por aquellas antifascistas y de izquierda– a protestar airadamente contra la película debido a que ésta presentaba los eventos desde un discurso propagandístico típico del fascismo. Es verdad que no fueron muchos los políticos o las agrupaciones italianas que defendieron la cinta, pero sí es cierto que el terreno quedaba abonado para lavar la imagen de Italia en la zona. Así, la categorización del Éxodo Istriano como limpieza étnica y la equiparación de la Masacre del Foibe con la Shoah por parte de las autoridades y medios italianos ayudan a diluir y dejar en un segundo plano la responsabilidad italiana en esos hechos, así como las acciones del fascismo en esa área geográfica.
El maniqueo relato histórico que se viene dando en Italia desde la aprobación de la ley, además de provocar roces diplomáticos con Eslovenia y Croacia, también ha producido un conflicto en el terreno historiográfico. El uso a la ligera de cifras del todo inverosímiles, así como las simplificaciones, cuando no falsedades, vertidas sobre el tema, han provocado numerosas reacciones por parte de organizaciones culturales centradas en la memoria de la resistencia italiana al fascismo. Así, estas asociaciones aprovechan el 10 de febrero para realizar una contra argumentación a la que se ha instaurado a raíz del Giorno del ricordo, recordando de esta forma la italianización forzada de Istria y los crímenes del ejército italiano en la zona durante la II Guerra Mundial.
No deja de ser una paradoja que una ley nacida para reconciliar la memoria histórica dividida de la nación italiana haya acabado por acrecentar y acentuar dicha división con posiciones más radicales por parte de ambos bandos. En el fondo, si se estudia atentamente el panorama político, mediático, cultural e historiográfico italiano, el desenlace era de esperar. Después de todo, Italia, al igual que otros países como España y a diferencia de otros como Francia o Alemania, no ha sabido enfrentar sus fantasmas del pasado con rigor y en lugar de producir un discurso honesto y ponderado, ha producido un discurso claramente revisionista con el objetivo de diluir y blanquear sus responsabilidades en los eventos más delicados de su historia: la italianización de Yugoslavia, la invasión de Libia y Etiopía, la invasión de Grecia, su participación en Gladio, etc.
En conclusión, la instauración del Giorno del ricordo para recordar y recuperar la memoria de las víctimas del Éxodo Istriano y de las Masacres del Foibe ha servido a las autoridades y medios italianos para lavar sus responsabilidades en otros eventos aún más trágicos y con mayor carga de planificación que los mencionados. Sin duda alguna, un excelente ejemplo de cómo en Italia se usa la Historia con fines políticos, mediáticos y culturales.