Doña Quimera se esmeraba en su labor de punto.
Uno del derecho, dos del revés y vuelta a empezar, llevaba
metros y metros de una labor que no parecía tomar forma
alguna y descansaba en el suelo, junto a sus pies.
Profesor X ―De modo que usted intenta tejer la felicidad pero
no tiene el modelo…
Dª.Quimera―El modelo no existe, soy yo la que lo crea en cada
momento, es como el camaleón que cambia de color según
la circunstancia.
PX―Pero algo debe de haber para que sea consistente
y tangible… Si no, no podríamos obtenerla…
.
DQ―Sólo yo soy tangible, y a través de mí se intuye su
existencia.
PX―Eso es un engaño, tú eres un engaño. Tejes y tejes
sin forma, nunca acabas de darle forma.
DQ―El hombre se conforma conmigo, en realidad yo soy
lo único que le interesa, pero él no lo sabe, o no se da cuenta.
Son pocos los que consiguen librarse de mí y atravesar la
línea.
PX―Entonces tú no eres buena, no eres real ni hay
nada certero en ti.
DQ―Yo soy lo más parecido que se puede tener. Yo hago
mi labor humanitaria, uno del derecho, un acierto, por cada
dos del revés, dos intentos fallidos. Y no, no soy real ni
tengo verdades, pero sí alivio pasajero… El que viene a mí
acaba descubriendo mi juego si es lo suficientemente listo.
Yo ofrezco un juego de éxito en la humanidad inconsciente,
y todo el mundo quiere jugarlo.
PX―¿Y los que descubren tu juego?
DQ―Ah, esos… Tienen dos caminos. Atravesar la línea
y llegar a conocer la auténtica felicidad, o caer al precipicio.Pocos van a buscar y eso es porque estoy yo para impedirlo.
Yo me sostengo con sus torpezas humanas, yo necesito de
la necedad para sobrevivir, necesito que todos jueguen mi
juego para subsistir…
(Fragmento del diálogo entre el profesor y doña Quimera, de El profesor X busca a Felicidad, Cuentos neuróticos)