Durante sus vacaciones cambia Barcelona por Cárcar, el pueblo de su abuelo paterno, Ángel Turumbay, del que ni su padre ni su madre, ya fallecidos, le han contado nunca demasiadas cosas. Quiere conocer el pueblo de su abuelo, cómo era su vida allí. Pero nada más llegar, como un elefante en una cacharrería, choca fuertemente con el ambiente del pueblo. Ella no encaja allí, llama demasiado la atención, todos los vecinos desconfían de ella, no es bienvenida y pronto las amenazas empiezan a llegar. Los comentarios, las sospechas, las leyendas, las mentiras, las medias verdades, todo conduce a un asunto turbio, relacionado con el asesinato de una niña, Celia Urbiola, en 1945. Han pasado 65 años, toda una vida, demasiado tiempo, pero aunque nadie hable del tema, aunque todos simulen no saber nada, no acordarse, nadie en Cárcar ha olvidado lo ocurrido. Creo que el principal logro de esta novela es la recreación del ambiente de un pueblo pequeño como Cárcar, de poco más de mil habitantes. El medio rural, donde todos se conocen o incluso son familia, donde nada más llegar un forastero le preguntan de qué casa o de qué familia es. Un ambiente propicio para que los secretos y los dramas se enquisten a lo largo de los años. En los personajes, en cambio, hay un poco de todo. Los ancianos de la residencia, Daniel el Gallardo, Patricio el Gitano, Anastasia, Marcelo me han resultado ante todo peculiares. Al principio no entendía qué pintaban en esta historia, no le veía ningún sentido, me resultaba bastante absurdo y ridículo que fuesen los aliados de Rebeca en este macabro juego. Pero al final he terminado por cogerles mucho cariño a todos, ya que resultan muy entrañables. Por su parte, Víctor y su madre Micaela me han caído de maravilla desde el principio, me han resultado cercanos, campechanos, nobles, sencillos en el buen sentido de la palabra. Me ha hecho mucha gracia que Víctor sea periodista y trabaje en el mismo periódico en el que yo trabajé cinco años, aunque hay alguna que otra cosa que me ha chirriado un poco de su trabajo como corresponsal. Mención aparte merece Jonás Sádaba, un personaje al que he odiado con todas mis fuerzas. Me ha parecido no solo odioso, sino también repulsivo, machista, egoísta, amargado, solitario. Pero a lo largo de estas páginas nada ni nadie es lo que parece y los verdugos pueden convertirse en víctimas y las víctimas en verdugos casi sin que nos demos cuenta. Sobre la trama, tengo que confesar que me costó bastante entrar en la historia, no lograba engancharme, creo que sobre todo porque Rebeca no me caía nada bien con su mezcla de ingenuidad y prepotencia. Pero más o menos a partir de la mitad aumenta la intriga, el ritmo y la tensión, la novela negra gana por fin al costumbrismo y entonces sí la historia engancha hasta llevarnos a un final tan sorprendente como coherente. Además, el lenguaje, fluido y sencillo, logra grabar en la memoria del lector escenas llenas de angustia, miedo y peligro como la del descenso de la Peña Caída o la de la torre de la iglesia de San Miguel. Pero a pesar de todo es una novela de la que esperaba mucho más. Una historia un poquito floja, se nota a lo largo de todo el libro que es la primera obra de su autora, he echado en falta más profundidad, menos cabos sueltos, como todo lo relativo a los cuadros de Dalí.
Pero, aun así, no es una mala opción si lo que buscamos es un poco de entretenimiento, sin más pretensiones ni aspiraciones. Si te animas a leerlo, recuerda que ya te lo he avisado: El próximo funeral será el tuyo. Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.