El proyecto Laramie se asemeja a esas películas de juicios en las que vamos conociendo la historia del caso por las declaraciones de los diversos personajes que suben al estrado. Que, en este caso, no son personajes, sino personas reales, personas que aún viven en Laramie, Wyoming, personas que conocían a Matthew Shepard, y así, mediante sus relatos, vamos conformando el rompecabezas del caso, un rompecabezas al que inevitablemente le falta alguna pieza, pero que, finalmente, nos permite saber lo que ocurrió y, lo que es más importante, comprender el comportamiento de personas que mantienen un punto de vista radicalmente opuesto al nuestro. Porque, al final, éste es el gran mérito de la obra: hacer que el público comprenda al otro, al que no tiene nada que ver que uno mismo, el reflejo de nuestro propio yo en un espejo distorsionado. Incluso (casi) llegamos a comprender por qué actúan sin zapatos.
El gran acierto del director, Julián Fuentes Reta (habrá que seguir de cerca lo que haga este chico), ha sido poner al servicio del protagonista ausente a todo un elenco de actores con una homogeneidad interpretativa de alto nivel. Ninguno está por encima del resto (ni por debajo) y todos tienen sus pequeños momentos: el director de la orquesta sinfónica de los medios de comunicación, momento visual y sonoramente (¿Beethoven o Mozart?) precioso, el momento en el que un chico cuenta cómo encontró el cadáver, en fin, pequeños momentos de una gran obra. Y más difícil todavía, cada uno de los actores debe meterse en la piel de varios personajes y cambiar de uno a otro en segundos, sin tiempo de adaptación, en un trabajo que sospecho que tiene que ser más esquizofrénico que nunca. Todos pasan la prueba con creces.
El proyecto Laramie te toca la fibra, te remueve por dentro, hace que reacciones ante preguntas que nunca antes te habías hecho. Eso no siempre gusta. Tal vez alguna señora del barrio de Salamanca se levante de su asiento, recoja su abrigo de pieles y abandone la sala. Pero, también es probable que algunas personas piensen "vaya, ése se parece a mi hijo y quizá esté siendo un poco injusto con él". Porque este mundo está muy loco y está mejor visto que un actor interprete el papel de asesino despiadado que el de maricón, faltaría más.
FRANK