Para muestra basta un botón. Galicia parece que se les atraganta. El único municipio importante que tienen, como es Vigo, tiene un alcalde que sigue patrones peperos, mientras que en A Coruña, donde es tercera fuerza, vota junto al PP y en contra del alcalde de En Marea.
Abel Caballero, actual alcalde de Vigo, se levanta todos los días pensando en denostar a sus oponentes de izquierda (En Marea, Podemos, Esquerra Unida) mientras que, en calidad de presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, ha ofrecido un homenaje a Rita Barberá, imputada por el Tribunal Supremo y hoy fallecida. Personaje siniestro que fue denostado por su propio partido. Por cierto, ya antes ha dado muestras de su ideología, recurriendo una sentencia que, bajo la ley de Memoria Histórica, pretendía acabar con la Cruz de Castro –monumento franquista—y que gracias a su recurso y al Tribunal Superior hoy sigue en pie. Y es que el entendimiento de Caballero con la derecha y la Iglesia, desde tiempos alejados –cuando fue ministro de González, periodo por el que pasó desapercibido—, ha sido constante.
El PSOE en A Coruña, dirigido por otra gestora, ha demostrado a quién quiere arrimarse. Y, ante una moción de confianza y la aprobación del presupuesto de En Marea, ha votado junto con el PP (hasta ahora, en otros lugares, trataban de disimular, absteniendo, aunque eso significase la aprobación de las propuestas del PP), lo que ha demostrado que han subido un escalón más en su derechización. ¡Qué tendrán las gestoras socialistas!, que son más de derechas que el grifo del agua fría.
Este partido, hoy en Galicia y en otras partes, está pasando por una etapa errática que le hace ser más un conjunto de reinos de taifas que un partido vertebrado. Cataluña, Euskadi, Madrid y muchos municipios parecen tener vida propia, al margen de Ferraz, y las otras autonomías y municipios siguen el mandato de Susana Díaz, que es la Presidenta de Andalucía-- que todavía ni siquiera ha confirmado su candidatura para el próximo congreso--, o el suyo propio, al margen de la organización
Se trata de un partido con un final difícil de adivinar. En el Congreso, gracias a una gestora y a unos barones entregados, se dedica a mantener al PP, aunque lo hace votando abstención, para disimular, a sabiendas de que eso es suficiente para que las propuestas populares, apoyadas por su marca blanca C’s, se aprueben.
En las autonomías y ayuntamientos su gestión es absolutamente heterogénea. Mientras en unos apoyan a Unidos Podemos o a otras formaciones de izquierda, en otros dejan gobernar al PP, poniéndoselo facilito, en una política contradictoria que le está dejando al albor de las circunstancias concretas, locales y personales de los distintos lugares donde debe dar o quitar apoyos. Una absoluta anarquía que sólo puede responder a una larga agonía y a una posibilidad para ganar tiempo hasta que encuentren el líder que les una y les unifique sus decisiones. Por eso, más difícil es de entender ese retraso en celebrar su congreso, cuando éste le podría dar la estabilidad y la unión que hoy le falta.
Y todo ello con la supervisión de la ‘gerontocracia’ como González, Rubalcaba o Zapatero, que desde fuera parecen estar más dentro del partido que nunca. Salud y República