Todos sabemos quién es Freud. Parece una pregunta de Trivial con respuesta universal: "el padre del psicoanálisis". Y lo es. Fue quien a principios del siglo XX impulsó con su obra la corriente psicoanalítica desarrollada y discutida después por tantos autores. Pero qué sabemos en Europa de este genio, de esta obra? Parece que los conocimientos de las nuevas generaciones de psicólogos europeos sobre Freud y su obra se limita al inconsciente, un señor que veía sexo en todas partes, traumas de la infancia, interpretaba los sueños y analizaba a los pacientes tumbados en un diván. Mucha vergüenza. Y si esto es un blog de psicología, creo que ya va siendo hora de dedicarle un espacio (o igual me animo y le atiendo un poquito más) al padre de una de las corrientes más extendidas por todo el planeta.
Si hay algo que aprendí en la universidades europeas (concretamente en España y en Alemania, que es donde he estudiado psicología) es que el psicoanálisis pertenece "al pasado". Es importante, pues forma parte de la historia de la psicología y ha aportado muchas cosas a la psicología de hoy, pero no es actual, está obsoleto. No es objetivable, es difícil de operacionalizar, es largo y bastante complicado de estudiar, seas alumno o científico. Los países del primer mundo tenemos la bonita manía o fea costumbre, de creer que nuestra manera de conocer el entorno en el momento en el que estamos, es incuestionable. Los conductistas creyeron en los 50 radicalmente en que lo no observable no existía, y mucho menos podía ser objeto de estudio. Y haberte atrevido tú en esa época a llevarles la contraria. Ahora está de moda conocer el mundo a través del método científico. Dentro de este marco, la estadística es la que define el mundo por excelencia. La validez, la fiabilidad, son conceptos que sellan nuestras indagaciones con la verdad "absoluta" (porque somos tan dogmáticos que no somos capaces de admitir la relatividad, y si el 70% de un estudio de un grupito de personas que tomó aceite de oliva no desarrolló cáncer, promulgamos alegremente que el aceite de oliva previene el cáncer, y así pasarán los años hasta que otro estudio demuestre lo contrario). Y todo aquello que no encaje en este modelo, no es válido, ni fiable, ni científico, y por lo tanto no tiene nada de verdad.
El psicoanálisis nació de la interpretación, fijate tú lo que tendrá de objetivo. Encajaba con los modelos epistemológicos de entonces y además parecía tener éxito en la práctica. Los pacientes con histeria y trastornos de personalidad se curaban en manos de Freud y sus discípulos y parece que se podía dar una segunda oportunidad a todas aquellas personas "locas" denigradas y marginadas por la sociedad en los famosos manicomios. ¿Por qué iba nadie a cuestionarse su validez? El psicoanálisis era la panacea. Pero los tiempos cambian, el capitalismo mueve el mundo y la ciencia se ha apoderado de nuestro modo de saber. Y de ahí se abrió un determinante debate: El psicoanálisis tiene mucha fuerza, sí, mucha evidencia empírica y décadas de desarrollo y experiencia, pero no encaja en el modelo de la ciencia, es largo, no es rentable, no encaja en el capitalismo. ¿Qué hacemos? Vamos a intentar estudiarlo. Pero los estudios son pocos, no tienen suficiente fuerza. No nos queda otra que darlo por viejo, no sirve, no vale.
Sin tirar por tierra una corriente para enaltecer la otra, sí tengo que decir sin embargo que el auge de la corriente cognitivo-conductual en Europa y Norteamérica ha sido tal, que otras corrientes de la psicología han sido desmerecidamente desprestigiadas. Tanto es así, que en las universidades ya apenas se estudian otras corrientes en profundidad, apenas superficialmente y "por encima", para poder contestar a las preguntas sociales y no quedar como un gilipollas, pues al fin y al cabo eres psicólogo y si te preguntan por algún autor tienes que quedar bien. Y nos hemos empobrecido. Nos hemos empobrecido porque estamos tendiendo a ver a las personas como productos y no como personas, a estudiarlas haciendo analogías con sistemas abstractos, teorías conexionistas y ordenadores y no desde el alma, la emoción, el subconsciente, la creatividad, lo social, los sueños.
Fue en mi estancia en Brasil cuando abrí los ojos. Estudié un semestre allí y fue LA oportunidad a nivel académico. En Latinoamérica no sólo el sistema de educación en las universidades es diferente, algo más socrático y tengo que admitir que hasta aprendí más, sino que la psicología es una carrera más social, menos biológica, y la corriente principal es el psicoanálisis. Sí, esa fama que tienen los psicoanalistas en Argentina de ser el 90% de la población no se aleja mucho de la realidad... jajaja. Pero no terminan de desprestigiar las demás corrientes. Tuve la oportunidad de profundizar en el psicoanálisis y en terapias psicodinámicas, en el psicodrama, en la terapia sistémica y familiar (Que por Dios, ¡¡no puede menospreciarse!! ¿En serio vamos a ignorar el factor social y familiar en la psicología de un individuo?), en la terapia centrada en el cliente de Carl Rogers, etc. Hicimos prácticas con familias y adolescentes en consulta y fue maravilloso. Y además, estudiaba con compañeros de intercambio que venían de Mozambique, ellos me contaron cómo funcionaba la psicología en su país, que contraria a mi visión europea egocéntrica de "la psicología es la misma en todas partes del planeta porque al fin y al cabo todos somos seres humanos", estaba ligada estrechamente a la sociedad, a la política y a la economía del país donde los sujetos están inmersos. Y creo que me enriquecí enormemente. No por haber aprendido más, sino por lograr una perspectiva más crítica de lo que ya había aprendido hasta ahora. Por darme cuenta de que en Europa tenemos una psicología muy limitada a la ciencia y que el ser humano es mucho más que eso. Por darme cuenta del egocentrismo y la superioridad con la que miramos a otras culturas y formas de aprender. Por poder tener acceso a todo aquel conocimiento que las universidades europeas no ofrecen.
Y esta es mi crítica. Este es el texto que necesitaba escribir, pues terminando en Dresden, Alemania, estoy desencantada con la formación que recibimos los psicólogos... Y me gustaría animar a los que me lean a indagar, a no conformarse, a viajar, a cuestionar lo que han estudiado, a ser críticos, a salir de su zona de confort y a conocer todo lo que no nos muestran.
Y si puedo poner de mi parte, seguiré con mi labor...