El PSOE renunció formalmente al marxismo después del congreso de Suresnes, impulsado por Felipe González, pero lo cierto es que muchos marxistas mantuvieron su ideología pensando que la postura de González era un gesto electoral. Fue el nefasto José Luis Rodriguez Zapatero quien dio marcha atrás y, sin reconocerlo oficialmente, abrazó de nuevo esa doctrina, considerada por la mayoría de los historiadores y expertos como la más cruel y asesina de la Historia.
El 25 de enero de 2006, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobó la Resolución 1481, con el título “Necesidad de una condena internacional de los crímenes de los regímenes totalitarios comunistas“. La resolución señalaba una verdad objetiva: “Los regímenes comunistas totalitarios que gobernaron en Europa central y oriental en el siglo pasado y que todavía están en el poder en varios países del mundo, se han caracterizado, sin excepción, por violaciones masivas de los derechos humanos.” Con esta resolución la Asamblea también condenó “enérgicamente las violaciones masivas de derechos humanos cometidas por los regímenes comunistas totalitarios”, y expresó su “simpatía, comprensión y reconocimiento a las víctimas de estos crímenes”. La resolución fue aprobada con 99 votos a favor, 42 en contra y 12 abstenciones.
Lo sorprendente fue que el PSOE español, comandado entonces por Zapatero, alegó “falta de análisis” para negarse a condenar esos crímenes, una decisión que los medios más próximos al poder ocultaron.
La infiltración comunista del PSOE es la única explicación lógica de lo que está ocurriendo en la actualidad, cuando el PSOE, que pasaba por ser un partido demócrata y constitucionalista sin tacha, sorprendiendo a la opinión pública española e internacional, ha alcanzado el gobierno, con Pedro Sánchez como presidente, con el apoyo de los peores totalitarios del espectro político español, al que se agregan golpistas catalanes llenos de odio a España, proetarras de BILDU y los totalitarios de Podemos, marxistas travestidos de populistas demócratas. El sector "sanchista" del PSOE, marxista pragmático, no tiene más ideología que el ejercicio del poder y, para lograrlo, hará casi todo lo que sea necesario.
El 2 de abril de 2009, el Parlamento Europeo aprobó una resolución “sobre la conciencia europea y el totalitarismo”, que señalaba lo siguiente: “Europa no estará unida hasta que no sea capaz de establecer una visión común sobre su historia, que reconozca el nazismo y el estalinismo y los regímenes fascistas y comunistas como un legado común, y lleve a cabo un debate honesto y en profundidad sobre todos los crímenes perpetrados por todos estos regímenes en el siglo pasado”. El texto también afirmaba “su convencimiento de que el objetivo final de la divulgación y de la evaluación de los crímenes perpetrados por los regímenes totalitarios comunistas es la reconciliación”.
El PSOE, ya infiltrado por miles de comunistas, luchó por introducir un texto que borraba casi todas las menciones al comunismo. Apoyado por otros partidos socialistas, el PSOE luchó por aprobar una resolución alternativa que omitía casi todas las referencias al comunismo, incluso llegando a afirmar que “a pesar de ciertas analogías, el nazismo y el estalinismo tuvieron un carácter esencialmente distinto“. Finalmente, esta redacción alternativa decayó por falta de apoyos.
Pero no son estos ejemplos los únicos reflejos del deslizamiento del PSOE hacia el comunismo. La principal prueba es su pragmatismo feroz, alejado de todo respeto a la democracia, una doctrina que le ha llevado a la alianza con la parte más desleal y antiespañola del espectro político y a contraer con los partidos antiespañoles compromisos secretos que el propio Sánchez se niega a desvelar, alejándose de ese modo con lo que constituye la esencia de la socialdemocracia, que es el respeto inquebrantable a las leyes democráticas y el deber irrenunciable de someter a ella el socialismo.
El PSOE ya fue furiosamente comunista en vísperas y durante la guerra civil de 1936, cuando sus líderes afirmaban que la democracia no sirve si impide la revolución. Especialmente comunista y amigo de la URSS fue Largo Caballero, bautizado como "el Lenin Español". Muchos observadores y analistas afirman que el dictador soviético Stalin se fiaba más del líder socialista Largo Caballero que de los lideres oficiales del comunismo español.
El comunismo, tras el derribo del Muro de Berlín, se desprendió de su pesado aparato ideológico y no tuvo más ideología que el culto al Estado y la conquista del poder, por cualquier medio. El ejemplo de China es el más elocuente. El poder es controlado de manera férrea por el Partido Comunista Chino, pero se trata de un partido que practica el capitalismo de Estado, que defiende la propiedad privada y que predica la conveniencia de enriquecerse.
La tendencia comunista del PSOE está detrás de la actual división interna del PSOE, sobre todo del socialismo andaluz, liderado por Susana Díaz, y esa tendencia comunista, encabezada por Pedro Sánchez, que resultó ganadora, contra todo pronóstico, en el enfrentamiento en primarias entre Pedro Sánchez y Susana Díaz. El comunismo interno del socialismo es el que patrocina también la alianza con Podemos, que es otro camuflaje, esta vez populista, del desprestigiado y asesino viejo comunismo soviético, hoy reciclado en Venezuela y otros países.
Aunque se oculte con fuerza, la verdadera división interna del PSOE no es entre los partidarios de Sánchez y de Susana, sino entre comunistas y socialdemócratas.
Quien no lo crea, que indague y se llevará sorpresas traumáticas.
Francisco Rubiales