Rajoy se había convertido en un tipo molesto para Europa y para el establishment español y mundial porque el ritmo de los escándalos por currupción que afectaban a su partido era trepidante y estaba deteriorando seriamente el liderazgo y el futuro de España. El gran dinero estaba preocupado porque las encuestas vaticinaban una larga hegemonia del PP en España, un partido que se negaba a rectificar y a regenerarse y que estaba provocando fuertes movimientos de rechazo y resistencia entre los partidos de oposición, fuerzas sociales y los españoles demócratas. La escalada de la corrupción del PP estaba provocando tensiones muy peligrosas en las autonomías, en las grandes empresas y en las masas, poniéndose en peligro esa estabilidad que los países necesitan para que prosperen los negocios. La rebelión de los jubilados, que tomaron las calles, fue la gota que colmó el vaso y hizo que los grandes poderes decidieran apoyar un cambio profundo en el liderazgo de España.
Rajoy, deteriorado por tantos años de permanencia en el poder, había perdido los reflejos y no se dio cuenta de lo que se le venía encima, ni de lo peligroso que es estar sólo y quedar aislado y sin amigos en democracia. La moción de censura triunfó porque nadie estaba dispuesto a apostar por Rajoy, al que todos abandonaron, a pesar de que el político gallego utilizó una vez más dinero público para comprar los vitales votos de los nacionalistas vascos. Todos los partidos, salvo el propio PP, veían con buenos ojos la retirada de Rajoy.
La confusión nos ha hecho perder de vista que una nación es la voluntad común de unos ciudadanos de convivir juntos y en paz sobre un territorio. En los últimos años, esa voluntad común se ha debilitado porque el Pais carecía de ilusiones, metas y deseos de caminar juntos hacia el futuro.
Los que creen que el gobierno de Sánchez será efímero y que el batiburrillo diversificado que lo apoya va a dejarlo tirado en cualquier momento, pueden equivocarse porque el PP lo ha hecho tan mal en su última etapa que si Sánchez logra frenar la rebelión de los castalanes, si consigue que la economía siga creciendo, aprovechando los vientos positivos que soplan en el mundo, y si logra también tranquilizar a la crispada sociedad española, puede terminar en positivo esta legislatura y afrontar las elecciones próximas mucho más reforzado de lo que está ahora.
Rajoy, que por sus errores y desprecios a la ciudadanía, ha sido, quizás sin quererlo, el gran promotor de Podemos, de Ciudadanos y del independentismo, puede ser también el gran benefactor de Pedro Sánchez, al que está resucintando y reforzando cuando parecía encontrarse en estado agónico.
Los españoles han soportado durante muchos años la corrupción del PSOE y del PP, pero ahora parecen cansados de aguantar a ineptos en el poder, que prosperaban sin lograr éxitos y sin rendir cuentas a los ciudadanos. La gente es ahora mucho más exigente con los políticos y no admite lo que ha tenido que sufrir bajo el mandato de Mariano: promesas electorales incumplidas, no haber cambiado nada cuando tenía mayoría absoluta, una convivencia concupiscente con la corrupción, endeudamiento hasta la locura, indiferencia frente a las estafas que dañaron a cientos de miles de españoles, como las de Bankia y el Banco Popular, despilfarro y negativa a acabar con la corrupción, el abuso de poder y el insoportable grosor de un Estado que, con las autonomías convertidas en satrapías, era imposible de controlar y de financiar sin subidas injustas y desorbitadas de impuestos.
Francisco Rubiales