El PSOE se radicaliza y deja espacio a una derecha liberal española

Publicado el 23 febrero 2012 por Franky

Tres meses después de haber perdido las elecciones de manera humillante, los socialistas españoles, ahora comandados por Rubalcaba, incapaces de aceptar con todas sus consecuencias el veredicto electoral ciudadano y de asumir sus errores, se han echado a la calle y han abrazado el radicalismo de la protesta para ganar allí la batalla que no han sabido ganar en el poder y en las urnas. Esa línea política, dañina para España y para el propio PSOE, es consecuencia del mesianismo irredento de la izquierda, de la soberbia histórica y radical socialista, que sólo se somete a las leyes y normas cuando sirven a sus propios intereses, y de la negativa herencia de Zapatero, un presidente de gobierno tan rechazado por su pueblo que sus mismos compañeros de partido tuvieron que impedirle que se presentara a la reelección.
Es más que probable que la peor herencia de Zapatero no haya sido la derrota en las urnas del PSOE y su profundo divorcio con los ciudadanos, sino el haber radicalizado al socialismo español, desplazándolo hacia la extrema izquierda, con riesgo de convertirlo en un partido residual y que únicamente guste a fanáticos y resentidos.
El PSOE ha perdido su identidad ideológica y lo que es más grave, se ha divorciado de la mayoría de la sociedad española, que no entiende como los socialistas dedican casi la totalidad de su tiempo y esfuerzo en luchar por el poder y en competir entre ellos, sin prestar atención a los ciudadanos, sin hacer propuestas que beneficien a España. Si se hace un estudio lingüístico de la semántica del PSOE, en tiempos de Zapatero, las palabras más utilizadas en discursos y comparecencias son "poder" y "ganar". Sólo en tercer lugar aparece la palabra "trabajar", con la que resumen la labor de gobierno y disimulan su inquietante falta de ideas y propuestas.
¿Cual es la esencia ideológica del PSOE? Pues exactamente la misma que la de la derecha: capitalismo, mercado, competencia, democracia, y libertad. Están igualados en todo, incluso en política social. El miedo a que llegue la derecha y suprima las pensiones, la educación y la sanidad públicas ya no es creíble porque los españoles saben que el PP tiene el mismo interés que el PSOE en desarrollar esas políticas de gran alcance social. Al final, Zapatero ha logrado que su partido y el PP sólo se distingan en el grado de crispación que generan y en el grado de corrupción que admiten.
No es aventurado pensar que una alternancia entre Rajoy y el liberalismo de Esperanza Aguirre en la Moncloa ofrecería a los españoles más diferencias, alternativas y contrastes que la alternancia tradicional entre el PP y el PSOE.
Las similitudes actuales entre socialistas y peperos son sorprendentes e intensas. Ahí está para demostrarlo un traspaso de poderes que los del PP han calificado de "ejemplar", las condecoraciones otorgadas por Rajoy a Zapatero y a todo su gobierno y las muchas veces que ambos partidos se alían para votar juntos en favor de privilegios para los políticos y para preservar canalladas antipopulares como la vigencia del actual sistema de desahucios y el rechazo reciente a la propuesta de UPyD de limitar y hacer incompatibles las pensiones estatales de los expresidentes de gobierno.
La mayoría de los pensadores y analistas políticos de este país saben que las reformas que está aprobando el PP las habría aprobado también el PSOE si hubiera ganado las elecciones. Son inevitables, aunque el PSOE, para ganar votos, las condene ahora, desde la oposición. Unos y otros, aunque lo nieguen, tienen idéntica fe en los mercados y en el capitalismo. Los dos están igualmente sometidos a Alemania, a Francia y al FMI. Un partido y otro tienen idéntica fe en la partitocracia y la misma repulsión hacia la verdadera democracia. Socialistas y populares comparten al milímetro la misma aversión hacia la ciudadanía libre y participativa y ansían con el mismo ardor el monopolio de la política y la marginación del ciudadano. Los dos partidos mienten, manipulan, utilizan los medios para ganar votos, pactan con los nacionalistas cuando los necesitan, gobiernan en contra de la voluntad popular, les encanta someter a los jueces y son asquerosamente tolerantes con la corrupción y el abuso de poder.
Donde únicamente existen diferencias es en la estética y en la escenografía. Es ahí donde el PSOE se está desplazando peligrosamente hacia la extrema izquierda. Su alianza con los sindicatos y su apoyo a las manifestaciones callejeras contra los recortes, que pronto serán una plaga en España, a pesar de que en el fondo estén de acuerdo con ellos, les llevará todavía más lejos en su radicalismo y los situará, inevitablemente, más hacia la extrema izquierda del espectro, dejando a la derecha un espacio inmenso, suceptible de ser ocupado por UPyD (por la izquierda) y por un liberalismo que podría estar encabezado por Esperanza Aguirre(por la derecha), el cual, tarde o temprano, aparecerá en España como partido, dado el alto grado de frustración que experimentan muchos de los votantes del PP ante las coincidencias y similitudes entre Rajoy y Rubalcaba.
El PP, por su parte, está cometiendo errores estratégicos de hondo calado, como el haber traicionado su promesa electoral de no subir los impuestos y después hacerlo en la primera oportunidad, o el no menos grave de pactar con el nacionalismo catalán de CIU, a pesar de que los españoles les hemos otorgado una mayoría absoluta amplia, que convierte en innecesarios esos pactos. En general, el PP, después de haber llegado al gobierno, está realizando cambios de rumbo sorprendentes y frustrantes, como el de su reciente flexibilidad con los proetarras de Bildu y su falta de voluntad para emprender una políticas de regeneración y lucha contra la corrupción que eran y son el principal anhelo de la sociedad española y, muy especialmente, de los que les han votado y llevado hasta la Moncloa.
Muchos de los votantes del PP depositaron su voto en las urnas anhelando un rearme moral de España y convencidos de que lo que necesitaba el PSOE es que se le declarase ilegal por la Audiencia Nacional y a continuación proceder a su disolución, ya que no se ha visto en las últimas decadas en España una organización que haya causado más daño que el PSOE. Cuando llegaron al poder, con Felipe González como abanderado, desvalijaron los fondos reservados y las cuentas de los huérfanos de la Guardia Civil, dejando también un enorme agujero en la Seguridad Social. Muchos votantes del PP creen que con sus ministros, secretarios de Estado y directores generales en la cárcel, además de un largo etcétera de delincuencia y delitos, el PSOE hizo méritos suficientes, en tiempos de Felepe González, para que no se le hubiera permitido presentarse a las siguientes elecciones.
Esos votantes demócratas que votaron al PP en las últimas elecciones deseosos de disfrutar de una democracia auténtica y pulcra, se sienten hoy frustrados y alejados cada día más del PP, arrepentidos de haber votado a un partido que no sólo incumple sus promesas electorales sino que, cuando se quita el disfraz, se asemeja al socialismo casi como dos gotas de agua.