El pudor del pornógrafo - Alan Pauls

Publicado el 30 mayo 2016 por Elpajaroverde
"...a veces pienso que no soy sino una máquina de medir obstáculos, un obstaculómetro."
Medir obstáculos: hay que detectarlos y cuantificarlos, estar alertas y receptivos a la percepción de los mismos. Tanta solicitud en la tarea puede llevarnos a una predisposición a reconsiderar todo nuestro entorno como uno de ellos, o tal vez seamos nosotros mismos quienes en nuestra paranoia nos hayamos procurado tanta inconveniencia. Qué obsesión enfermiza. Qué paradoja extrema especialmente cuando sabemos que tras el obstáculo habita nuestro más anhelado deseo.

Portada de El pudor del pornógrafo

De obsesión y paradoja tiene mucho la historia que hoy os traigo. El protagonista de esta novela vive recluido en su apartamento. Allí se dedica a una única actividad: contestar cartas, en eso consiste su trabajo. Tan solo se permite unos minutos de interrupción para asomarse al balcón y divisar en el parque que desde el mismo se contempla a su amada Úrsula. En ese mero contacto visual consiste su relación hasta que un día Úrsula decide cambiar la naturaleza de la misma. Ya no más miradas en la lejanía, a partir de entonces comenzarán a cartearse. Nuestro protagonista vivirá solo por y para las cartas de su amada, debatiéndose entre la espera de la recepción y la urgencia de su respuesta, y cumpliendo entre ambas metódica y eficientemente con su deber de responder a las otras cartas.
"Esas cartas, Úrsula, esas carradas de cartas que, recibidas, van apropiándose de mis energías, se adhieren como ventosas a mi piel y con invisibles labios extraen de mis arterias la sangre que yo sólo sacrificaría sin vacilar para encontrarme contigo, aunque fuera apenas unos segundos. Pero esa sangre, amor mío, esa sangre que las cartas extraen de mí sin piedad, yo la recupero milagrosamente al leer las tuyas, al proveerme tú de tus noticias... Ya lo ves: lo que aquéllas me quitan, tú me lo devuelves purificado, redoblado en su vigor."
Las otras cartas son de contenido sexual, hombres y mujeres le escriben confesándole sus pasiones más secretas. Este libro es la reedición, treinta años después de su publicación, de la primera novela de Alan Pauls, así que por fechas podríamos pensar que el trabajo del incansable escribiente no sea otro tal vez que responder la correspondencia del consultorio de alguna publicación erótica. Las cartas de Úrsula representarían la pureza del amor en contraposición del simple deseo y satisfacción carnal. Deberían arrojar luz, sosiego, sin embargo, el juego epistolar se torna para el pornógrafo en febril y delirante obsesión.
"Son también nuestras cartas, Úrsula, las que al dar alivio a nuestros inmensos deseos, las que al concedernos por un instante -el fugaz instante que dura la lectura de nuestras cartas- la ilusión de yacer, caer un cuerpo del otro cuerpo, casi tocándose, al mismo tiempo se encargan una y otra vez de devolvernos al abismo de distancia que nos "separa"... ¡Ah! ¿Podrá concebirse alguna vez una máquina que, como la de nuestra correspondencia, paradojal e implacable, nos haga sufrir y desear tanto?"

Letters. Fotografía de Mariya Chorna

Lo que debería ser una novela epistolar termina siendo el monólogo obsesivo de su protagonista, un discurso encadenado que actúa sobre nosostros cual fuerza centrípeta arrastrándonos hacia el torbellino de sus emociones. Suyas son sus palabras y pensamientos, suyas las cartas que con nosotros comparte. De las de Úrsula solo conocemos su interpretación y algún fragmento que en las propias transcribe el protagonsita y también narrador. Así, con tan pocos elementos, fijando la acción en el presente, sin ofrecernos referencias temporales o de otro tipo, construye Alan Pauls una narración con claros tintes kafkianos.
Kafkiano es también el personaje que falta para completar la trama, el cual será todo un elemento desestabilizador. Un mensajero enmascarado por cuyas venas pareciera que en vez de sangre corriera la tinta de las cartas que trae y lleva, la misma tinta en la que el pornógrafo descifra sutiles cambios en la caligrafía de su amada a través de los cuales adivinará sus estados de ánimo. Guiños cómplices (todas estas alusiones a la escritura) al lector en una novela en la que no solo quedan patentes la paradoja y obsesión que supone a veces el amor, sino también la del oficio de escritor.
Me acerqué a este libro por su sinopsis, por asistir a esa evolución del pornógrafo que por primera vez recibe y escribe cartas de amor. Su lectura no fue como esperaba. No diré que no ha cumplido mis expectativas pues no se trata de eso y además sería injusta con el libro y con su autor. Simplemente no era el libro que quería o necesitaba en el momento en que lo leí, y de haberlo sabido hubiese postergado su lectura para disfrutarlo más de lo que lo hice. Sin embargo, esta más que interesante y curiosa historia, también extraña y por tanto difícil de recomendar o no del gusto de muchos lectores, tiene valores de sobra para que dedique parte de mi tiempo (del que no ando sobrada precisamente en estos momentos) a escribirle una reseña. ¿El final? Tal vez lo intuáis, tal vez no. O tal vez solo me reste añadir: qué esperar de quien dedica sus días a cultivar obstáculos. Me cuento, me escribo y me re-escribo.
"Todos mis sueños, Úrsula, están atados indisolublemente a lo imposible."

Protagonico. Fotografía de Carolina L. Llano


Ficha del libro: 
Título: El pudor del pornógrafo
Autor: Alan Pauls
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2014
Nº de páginas: 160