Había dejado todos los sueños y todos los días. Dos semanas después del otoño, un último amanecer y una luna a la mitad; un armario lleno de ilusiones, tapiado.
Los dedos de los pies en avanzadilla, deslizándose;
la música del río acompañaba el cuerpo frío y quieto.
Al día siguiente la noticia en los diarios relataba que había sido encontrada entre las rocas. Oculta en un cobertor, nadie pudo ver la sonrisa en su cara.Texto: María Estevez